“… ha de ser diferente, siempre que el nuevo presidente tenga el coraje de enfrentar al lobby agrícola” ¿Una cita acerca del posible sucesor de Cristina y su papel en la crisis con el campo? Nada que ver.
Se trata del final de un artículo publicado por el periodista John M. Berry en Bloomberg News y reproducido en la en la contratapa del suplemento IECO de Clarin en mayo de 2008. Allí se plantea con lucidez: “En EE.UU. el subsidio a los biocombustibles ha generado una expansión vertiginosa de las áreas maiceras. Pese a eso, la cosecha de maíz sigue siendo escasa para cumplir con nuevas normas de uso de etanol. Resultado: los precios seguirán en estampida… no obstante, está claro que toda la tierra apta para cultivo de Estados Unidos está siendo sembrada. Hasta se están volviendo a sembrar ciertas tierras marginales que los agricultores habían sacado de la producción para ponerlas en programas de conservación subsidiados.
¿Entonces, de dónde vendrá todo el maíz para aumentar la producción de etanol como predice la Energy Information Administration? La respuesta es: de ninguna parte”
Y sí… lo que no puede ser no puede ser y además es imposible, diría Eduardo Galeano.
Con la crisis alimentaria ya desatada a escala planetaria es relativamente fácil opinar sobre sus múltiples causas (incluso yo lo haré). Lo difícil era predecirlo un año antes. Y algunos lo hicieron: como Fidel Castro o el venezolano Chávez y fueron oportunamente ridiculizados por los grandes medios de prensa o bien tildados de “desmesurados”.
Veamos este informe conjunto de la OCDE y la FAO: "Un tercio de la suba de los precios de los productos agrícolas, o sea los alimentos, que se espera para el periodo de 2008-2017 se explicará por la presión de los biocombustibles. La cifra fue expuesta hoy por Loek Boonekamp, de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) en la presentación a la prensa del informe anual de Perspectivas Agrícolas elaborado conjuntamente con la Organización de Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO)"
Hoy lo inquietante es la realidad que refleja la tapa de The Economist:
Su título habla de un tsunami silencioso. Algo inmenso y destructivo que está pasando y no estamos escuchando. El hambre generalizada amenaza ahora a gran parte de la población del planeta. La imagen catastrófica pertenece a Josette Sheeran (Directora ejecutiva del Programa Mundial de Alimentos de las Naciones Unidas). Quiere describir una ola inflacionaria sobre los alimentos que se mueve cruzando el mundo con capacidad de destruir a poblaciones enteras, como un verdadero tsunami.
En este artículo aparecido recientemente en el diario El País, la economista italiana Loretta Napoleoni sostiene: “Las tres cuartas partes de la población mundial corren el riesgo de pasar hambre, no porque haya escasez, sino debido al coste de la vida… La crisis alimentaria es estructural porque está unida a la aplicación de los principios neoliberales en el sector agrario de los países en vías de desarrollo. De acuerdo con dichos principios, el mercado mundial es el mejor árbitro de la economía. Pero su mano invisible, como la definía Adam Smith, no es tan mágica como se creía.
En los últimos 20 años, mientras Europa y Estados Unidos protegían a sus agricultores, las economías emergentes y los países pobres han seguido los consejos neoliberales y han eliminado la intervención pública en el sector agrario. Estos cambios estructurales han destruido las economías locales y han creado las condiciones ideales para una agricultura ya no de autosuficiencia sino para la exportación. Ya no se produce para la economía nacional sino para la mundial y, según la ONU, los que deciden qué producir no son los gobiernos, sino las multinacionales de importaciones y exportaciones, de transformación y de distribución como Tesco y Carrefour.
El ensayo general de la crisis actual se produjo en 2005 en Níger, una de las naciones más pobres del mundo. Pocos años antes, el Gobierno había liberalizado el mercado de los cereales, una medida que atrajo la atención de los grandes exportadores e importadores. Su llegada monopolizó el mercado y facilitó el nacimiento de empresas agrarias que producen exclusivamente para la exportación, a expensas del mercado local. El país empezó a importar productos alimenticios y los precios subieron, mientras que los sueldos y el empleo no. En septiembre de 2005, tras una plaga de langosta y una grave sequía, se desató la crisis. La población no tenía suficiente dinero para comprar los productos importados que llenaban los estantes de los supermercados y, por consiguiente, empezó a morirse de hambre. Saltó la alarma internacional y empezaron a atracar las naves de ayuda en los puertos del río Níger mientras, paradójicamente, zarpaban otras con productos para la exportación. La crisis se atribuyó a las langostas y la sequía, pero no eran más que excusas: la producción agraria había descendido un mero 7,5% respecto al año anterior. El verdadero problema era la desaparición de la agricultura local, que había hecho que el país dependiera de las importaciones. Hoy, los biocombustibles y los especuladores son los chivos expiatorios de una crisis alimentaria mundial y estructural, cuyo origen está en que las economías emergentes y los países pobres dependen en exceso de las importaciones agroalimentarias. "El Estado, no el mercado, debe ser el responsable del bienestar de los ciudadanos, sobre todo en los países en vías de desarrollo", afirma Amartya Sen, premio Nobel de Economía.
La especulación financiera:
Señala el economista político holandés Win Dierckxsens en un reciente artículo: “Según la FAO, entre marzo de 2007 y marzo 2008, el trigo ha aumentado 130 por ciento, la soja 87, el arroz 74 y el maíz subió 53 por ciento. El alza del precio de los alimentos se atribuye a una “tormenta perfecta” provocada por la mayor demanda de alimentos por parte de India y China, la disminución de la oferta a causa de sequías y otros problemas relacionados con el cambio climático, el incremento de los costos del combustible empleado para cultivar y transportar los alimentos, y la mayor demanda de biocombustibles, que ha desviado cultivos como el maíz para alimento hacia la producción de etanol. Poco y nada se habla de la especulación con el hambre.
En los últimos nueve meses de 2007, el volumen de capitales invertidos en los mercados agrícolas se quintuplicó en la Unión Europea y se multiplicó por siete en Estados Unidos, según precisa Domique Baillard en “Estalla el precio de los cereales”, en Le Monde Diplomatique, en la edición de mayo pasado. Frente a la crisis financiera e inmobiliaria, que estalló en Estados Unidos en agosto de 2007, los grandes fondos de inversión especulativos trasladaron millonarias sumas de dinero a la plaza internacional de commodities. Cuando la burbuja inmobiliaria se pinchó, los especuladores rehabilitaron un viejo paraíso: los mercados de cereales. Estos alimentos se han convertido en un objeto más del juego financiero, cuyos precios se modifican (y aumentan) por movimientos especulativos y no en función de los mercados locales o las necesidades de la población”
Nuestra nueva patria financiera:
Cristina Kirchner aprovechó su discurso del 03 de junio ante el plenario de la cumbre de la Organización para la Alimentación y la Agricultura (FAO), que se realiza en Roma, para denunciar esta especulación financiera: "En la Argentina, un pequeño ahorrista de 16 mil dólares [obtiene] una renta del 30 por ciento en dólares, cuando lo pone en un pool de siembra", afirmó la Presidenta. "Se trata de una renta inusitada en el mundo actual", añadió. Por otra parte, acusó a quienes lideran los pools de siembra de "realizar movimientos especulativos de capital" para sortear la incertidumbre.
Con ese razonamiento, Cristina no hizo más que poner el dedo en la llaga de los agroempresarios y chacareros que protagonizan la larga revuelta campestre. Está claro que hay excepciones: habrá chacareros con minifundios que están fuera de la fiebre especulativa y que tienen a mano el reclamo de compensaciones ya otorgadas por el gobierno nacional. Pero todos reconocen que esos casos no llegan ni al 15 % de lo sembrado en el país. En la práctica, los pequeños productores no son más que instrumentos de los patrones del agro. Es decir: Buzzi la juega de Lenin y no es más que el mayordomo de Miguens de la Sociedad Rural.
En ese contexto, tanto los dueños de la tierra como los inversores ya endulzados con la “plata dulce” de los pools de siembra, apelan a la mística y épica patriotera, campestre y antipolítica, tan cara a cierto medio pelo nacional. Todo para enmascarar su verdadera épica: la del “bolsillo”, no quieren pagar impuestos por sus rentas extraordinarias.
Ante el problema de encontrarse con un gobierno que se limita a hacer su trabajo: no ceder ante esta corporación de propietarios si se tiene en mira el interés general, reaccionan con amenazas desestabilizantes: “ganar o ganar” “tronar el escarmiento” “gobierno obstáculo” “ya probamos que podemos desabastecer”, “es hora de retocar la política económica”, etc. Parecen decirnos: con nuestros negocios el Estado no debe meterse y si insisten en hacerlo, vamos por el gobierno, por el poder.
Me acordé de la reacción de Federico Luppi en la película Plata Dulce (de Fernando Ayala) por el destino de sus fondos especulativos:
Ante la gravedad de la crisis, hay que ser claros: la soberanía alimentaria es un derecho inalienable de los pueblos. El estado tiene el derecho y el deber de intervenir para estabilizar los precios del mercado interno y re-direccionar la producción agropecuaria a futuro, amén de bregar por la redistribución de la riqueza.
No podemos dejar nuestro futuro en manos de las grandes compañías agrícolas ni de los pools de siembra. Sabemos cuales son sus objetivos: preservar sus grandes ganancias. Tengo la íntima convicción que la mayoría del pueblo argentino está lo suficientemente maduro para no dejarse engañar por el maquillaje campestre, patriotero y antipolítico que hoy inunda los grandes medios de comunicación.
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