jueves, 26 de febrero de 2009

RECUERDOS DEL FUTURO 2


Gracias a mi amigo Javier Noguera, que me lo envió por mail, pude leer este interesante artículo de Naomí Klein que quiero compartir con Uds. Vale la pena:


"Al ver a las multitudes islandesas que golpean cacerolas hasta provocar la caída de su gobierno, recordé un cantito de los grupos anticapitalistas, allá por 2002: "Ustedes son Enron. Nosotros Argentina". Su mensaje era muy simple. Ustedes -políticos y gerentes ejecutivos apiñados en alguna cumbre comercial- son los despilfarradores y corruptos dirigentes de Enron (por supuesto, no conocemos ni a la mitad del total). Nosotros -la chusma que está en la calle- somos como el pueblo de la Argentina, que en medio de una crisis económica pavorosamente similar a la nuestra salió a la calle haciendo sonar las cacerolas. Ellos gritaban: "¡Que se vayan todos!", y obligaron a dimitir a una procesión de cuatro presidentes en menos de tres semanas.
Lo que dio características únicas al levantamiento de la Argentina de 2001-2002 fue el hecho de que no estaba dirigido contra un partido político en particular, ni siquiera contra la corrupción en general, en un sentido abstracto. El objetivo era el modelo económico dominante? Aquélla fue la primera sublevación contra el capitalismo desregulado contemporáneo.
Ha llevado un tiempo, pero desde Islandia hasta Letonia, desde Corea del Sur hasta Grecia, el resto del mundo finalmente está teniendo su momento de ¡que se vayan todos!
Las estoicas matriarcas islandesas que golpeaban sus cacerolas hasta dejarlas chatas mientras sus hijos saqueaban la heladera en busca de proyectiles (huevos, con seguridad, pero? ¿yogurt?) son el eco de las tácticas que se hicieron famosas en Buenos Aires. También es similar la furia colectiva contra las elites que hundieron a un país floreciente y creyeron que saldrían impunes.
Tal como lo expresó Garden Jonsdottir, una oficinista islandesa de 36 años: "Ya he tenido bastante de todo esto. No confío en el gobierno, no confío en los bancos, no confío en los partidos políticos y no confío en el FMI. Teníamos un buen país, y ellos lo arruinaron".
Otro eco de Buenos Aires: en Reikiavik, los manifestantes, evidentemente, no quedarán satisfechos con un simple cambio de cara en el gobierno (aun cuando la nueva primera ministra sea lesbiana). Quieren ayuda para el pueblo, no sólo para los bancos; investigaciones penales de la debacle, y una profunda reforma electoral.
En estos días también se pueden escuchar demandas semejantes en Letonia, país cuya economía se ha contraído más que en cualquier otro de la Unión Europea, y donde el gobierno también ha tambaleado. Durante semanas, la capital ha sido sacudida por protestas y manifestaciones, incluyendo un disturbio de grandes proporciones el 13 de enero, en el que se usaron adoquines como proyectiles. Como ocurre en Islandia, los letones están indignados porque sus dirigentes rechazan toda responsabilidad por la crisis. Cuando un periodista de Bloomberg TV le preguntó cuál había sido la causa de la crisis, el ministro de Finanzas letón se encogió de hombros: "Nada en especial", respondió.
Pero los problemas de Letonia son indudablemente especiales: las mismas políticas que permitieron al "Tigre del Báltico" crecer a un ritmo del 12 por ciento en 2006 son las que hacen ahora que se contraiga violentamente, con un índice que se calcula en un 10 por ciento. El dinero, liberado de toda barrera, sale tan rápidamente como entra, y mucho se desvía hacia los bolsillos de los políticos. (No es una coincidencia que muchos de los casos perdidos de hoy sean los "milagros" de ayer: Irlanda, Estonia, Islandia, Letonia).
Otra cosa argentinesca flota en el aire. En 2001, la dirigencia argentina respondió a la crisis con un brutal paquete de austeridad prescripto por el Fondo Monetario Internacional: nueve mil millones de reducción de gastos, que en gran parte se quitaron de los sectores de salud y educación. Esto demostró haber sido un error fatal. Los sindicatos organizaron una huelga general, los maestros sacaron sus clases a las calles y las manifestaciones y protestas se hicieron incesantes.
La misma negativa de base a soportar el más duro castigo de la crisis cohesiona a muchas de las protestas actuales. En Letonia, la furia popular se ha concentrado en contra de las medidas de austeridad del Gobierno -despidos masivos, reducción de los servicios sociales y brutal disminución de los salarios del sector público-, todas ellas destinadas a lograr que el país califique para un préstamo de emergencia del FMI (no, nada ha cambiado).
En Grecia, los disturbios de diciembre se produjeron después de que la policía disparara contra un adolescente de 15 años. Pero lo que ha mantenido activos a los griegos, con los agricultores aceptando el liderazgo de los estudiantes, ha sido la respuesta que el Gobierno ha dado a la crisis: los bancos recibieron un rescate de 36.000 millones, mientras que se redujo la pensión de los trabajadores, y los agricultores no recibieron prácticamente nada.
A pesar de los inconvenientes que les causan los tractores que bloquean las rutas, el 78 por ciento de los griegos dice que las demandas de los agricultores son razonables.
De manera similar, la reciente huelga general en Francia -provocada, en parte, por los planes del presidente Sarkozy de reducir drásticamente el número de maestros- inspiró el apoyo del 70 por ciento de la población.
Tal vez el nexo más firme que conecta esta reacción global sea el rechazo de la lógica de las "políticas extraordinarias", la expresión acuñada por el político polaco Leszek Balcerowicz para describir la manera en que, en una crisis, los políticos pueden ignorar las regulaciones legislativas e introducir apresuradas reformas impopulares. Ese truco se está agotando, tal como lo descubrió recientemente el gobierno de Corea del Sur. En diciembre, el partido gobernante intentó usar la crisis para implantar por la fuerza un muy polémico acuerdo de libre comercio con los Estados Unidos. Llevando a un nuevo extremo la decisión política a puertas cerradas, los legisladores se encerraron en el recinto para poder votar en privado, construyendo una barricada contra la puerta con escritorios, sillas y sofás.
Los políticos de la oposición no estaban dispuestos a aceptarlo: con mazas y una sierra eléctrica entraron en el recinto y protagonizaron una ocupación del Congreso durante 12 días. El voto se demoró, dando lugar a más debate? Una victoria de la nueva clase de "política extraordinaria".
Aquí, en Canadá, la política es mucho más amigable, pero, de todas maneras, ha estado sorprendentemente agitada. En octubre, el partido conservador ganó las elecciones con una plataforma muy poco ambiciosa. Seis semanas más tarde, nuestro primer ministro dejó al descubierto su ideología, al presentar una ley presupuestaria por la que se despojaba a los trabajadores del sector público del derecho a la huelga, se cancelaba la financiación pública de los partidos políticos. Ese proyecto carecía de previsiones de estímulo económico. Los partidos opositores reaccionaron formando una coalición histórica que no llegó a asumir el poder debido a una abrupta suspensión del Parlamento. Los conservadores acaban de volver al ruedo con un presupuesto corregido: las políticas preferidas de la derecha han desaparecido, y abundan los estímulos económicos. La pauta está clara: los gobiernos que responden a la crisis creada por la ideología del libre mercado con una aceleración de la misma agenda desacreditada no sobrevivirán para poder contar la historia. Tal como los estudiantes italianos han estado gritando últimamente por las calles: "¡Nosotros no pagaremos por la crisis de ustedes!"

sábado, 21 de febrero de 2009

AMARCORD


Hacía mucho que no actualizaba mi sección de "Las mejores escenas de las grandes películas". Y, para hacerlo, eligo una de mis películas preferidas: AMARCORD de Federico Fellini, que obtuvo el Oscar como mejor película extranjera en 1973.
El título del filme significa "yo me acuerdo..." en el dialecto de la romagna (región de Rimini, donde nació Fellini), y nos transporta a la italia fascista de la década del 30: y nadie describió mejor al fascismo que Fellini en "Amarcord": se ríe del régimen, de la educación, de la iglesia, con sus clásicas caricaturas de personajes inolvidables. Juega magistralmente con la poesía, ironía y, como no, hasta con el sexo.

En esta escena del baile en el "Grand Hotel" se aprecia como la bellísima música de Nino Rota se llega a convertir en un personaje más de la película (uno de los principales):



En esta otra, una de las mejores, "el loco de la familia" se sube a un árbol y para bajarse exige: "quiero una mujer...". Algunos comienzan a dudar si estará loco...



¿Que pasa que ya nadie hace películas como esta? ¿Me estaré volviendo un viejo nostálgico?


miércoles, 18 de febrero de 2009

OBAMA EN SU LABERINTO: EL DOLOR DE YA NO SER


El presidente Barack Obama apeló a lo único que encontró a mano: un plan de rescate por casi 800 mil millones de dólares que le suplicó aprobar al Congreso.

¿Garantías de éxito? Ninguna. Veamos porqué:

La madre de todas las burbujas:

Señala Raúl Dellatorre en Página 12: “Sabe que transita por un terreno extremadamente peligroso. El nivel de endeudamiento en el que está entrando Estados Unidos, a través de la sucesiva emisión de bonos del Tesoro cada vez que lanza un plan de salvataje, está inundando la plaza mundial de papeles de la deuda en una dimensión inimaginable, aun para el país con la economía más poderosa del mundo. Si se imaginara sólo por un momento que los inversores sospecharan de la incobrabilidad de una deuda que ya supera los 11 billones (millones de millones) de dólares, la conclusión seguramente será que estaríamos ante una catástrofe varias veces superior a la crisis actual. O, dicho de otro modo, ante la probable y quizás verdadera dimensión de la crisis actual. ¿Es mucho? Veamos.

Cualquier otro país, para tener déficit permanente en cuenta corriente, debería endeudarse hasta el punto que alguien le imponga un brutal ajuste. De nada le valdría emitir, porque nadie aceptaría su moneda. A Estados Unidos, en cambio, nadie le impone nada y todos aceptan su moneda. “Es una ventaja tecnológica, es el único país del mundo que tiene la maquinita de hacer dólares”, dijo alguna vez Ben Bernanke, cuando aún no era titular de la Reserva Federal de Estados Unidos. Sonó gracioso. Hablaba en serio.

Estados Unidos le saca productos al resto del mundo y a cambio le da dólares y bonos de su deuda. Cualquier país que emite moneda en exceso genera inflación. Estados Unidos también, pero no inflación interna, sino en el resto del mundo, donde van a parar los dólares. Se endeuda, llena de bonos a sus socios y les traslada inflación. Ningún otro país provocaría ese resultado con su déficit comercial, trasladándole el costo al resto.

Todo lo dicho viene pasando desde hace casi una década, prácticamente coincidiendo con los años de George Bush en el gobierno. La pregunta es cómo sigue o, como diría un presunto analista, “si el modelo es sustentable”. Por ahora, la política sigue siendo lanzar monumentales planes de rescate en base a endeudamiento en bonos. Los de Bush eran para salvar a los bancos. Obama sigue con los salvatajes al sistema financiero, pero lanza otros para el sector productor de bienes, apostando a resurgir de la crisis. Lo inmediato es que aumenta la emisión de bonos y la deuda, mientras que el objetivo de recuperación está por verse si se cumple.

Pero la mayor parte del stock de títulos de la deuda de Estados Unidos está en las arcas de bancos centrales. Más de la mitad de la deuda, 5,8 billones de dólares, está en poder de dichas instituciones y particulares fuera de Estados Unidos, con China y Japón a la cabeza (más de 650 mil millones el primero, casi 600 mil el segundo). Si tan sólo amagaran desprenderse de una parte, el valor de los bonos estadounidenses se derrumbaría. Pero, por ahora, nadie lo hace. Están asociados a la suerte del valor de esos bonos: una caída en su precio también significaría un fuerte quebranto en los mismos bancos centrales que lo poseen.

Esa dependencia mutua sólo indica que, muy probablemente, no serán los bancos centrales asiáticos los que iniciarían una corrida o despegue. Pero nadie podría asegurar que guardarán igual conducta si la corrida la inicia otro. Puede que no quieran ser los primeros en salir, pero tampoco querrían ser los últimos.

¿Qué posibilidad hay de que “otros”, innominados, inicien una corrida contra los bonos estadounidenses? Hoy, como fue dicho, sus rendimientos son bajísimos, pero se consideran “seguros” mientras se piense que no va a caer su valor de mercado. Pero bastaría que los inversores individuales recuperen su propensión al riesgo para que busquen rendimientos más atractivos en papeles privados. Esto sucedería, por ejemplo, si se observa una recuperación sostenida de la actividad económica y las acciones de empresas vuelven a ser tentadoras. Si ocurriera que la actitud de los inversores individuales arrastrase a los inversores institucionales, resultaría que el mejor escenario para la economía podría ser el peor para los bonos estadounidenses.

¿Qué pasaría con los bonos si la crisis se prolonga, si la situación de debilidad de la economía estadounidense no se disipa y más sectores económicos entran en crisis? La alternativa de más intervención oficial, más planes de salvataje, supone más necesidades de financiamiento y, por tanto, mas emisión de bonos. ¿Hasta cuando es posible, antes de convertirse en una burbuja a punto de estallar? No son pocos los que sostienen que ese límite ya está demasiado cerca, si no es que ya se atravesó. Es decir, el peor escenario para la economía también podría ser el peor para los bonos.

En un reciente artículo, Rubén Ramallo, catedrático de la Universidad de Palermo, repasa y cita varios comentarios de origen estadounidense señalando la creciente preocupación sobre el futuro de los bonos del Tesoro. Muchos prevén un final catastrófico, la más contundente fue la revista especializada en inversiones Barron’s, que alertó “Salgan ya” (“Get out now!”) a sus lectores con bonos. Otros advierten que la tendencia de los bancos centrales es a la venta y no a la compra de títulos del Tesoro estadounidense.

Los bonos, no hay duda, se han convertido en otra burbuja, pero la Gran Burbuja. La que abarca a todas las demás: la de las acciones tecnológicas, la inmobiliaria, la crediticia, etc. El drama es que, esta vez, tendría un alcance desmesurado, por el grado de exposición de las principales economías del mundo y por lo que representan éstas en la economía global. Todo el modelo de acumulación estaría en juego. ¿Alguien se imagina el final del neoliberalismo como un monstruo que se devora a sí mismo?


¿Donde está la locomotora?

El suplemento IECO de Clarín reprodujo una muy interesante nota del diario New York Times, donde se señala:

El crecimiento es la única vía que tiene un gobierno para pagar sus deudas de un modo relativamente rápido e indoloro, al permitir que los ingresos fiscales aumenten sin que los impuestos tengan que subir. Esto es, en esencia, lo que sucedió en los años posteriores a la Segunda Guerra Mundial. Cuando culminó el conflicto bélico, la deuda del gobierno federal equivalía al 120% del producto bruto interno (más del doble de alto que el nivel estimado para fines del año próximo). El rápido crecimiento económico de los años 50 y 60 ­más del 4% anual, frente al 2,5% en esta década­ pronto redujo esa deuda.

Sin embargo, esta vez existen temores reales de que la economía de los Estados Unidos no crecerá lo suficiente para cancelar sus deudas fácilmente y mejorar los niveles de vida, como sucedió en las décadas posteriores a la guerra. La fraternidad de economistas expertos en crecimiento predice que la economía, en su rumbo actual, crecerá más lento en los próximos veinte años que en los últimos veinte.

¿De dónde provendrán los recursos nuevos y genuinos de crecimiento? Wall Street no solucionará los problemas económicos de la nación. Tampoco Detroit (sede de la industria automotriz), obviamente. Ni Silicon Valley, al menos no por sí solo. Mucho antes de que estallara la burbuja inmobiliaria, las enormes ganancias en productividad a raíz del boom tecnológico de los años 90 parecían irse agotando, lo que sugiere que Internet tal vez no pueda alimentar décadas de crecimiento económico como lo hicieron los inventos industriales de comienzos del siglo XX. El crecimiento económico anual en esta década, aun excluyendo las contribuciones funestas que 2008 y 2009 aportarán al promedio, fue el más lento de todas las décadas desde los años 30.

Así, por primera vez en más de 70 años, el epicentro de la economía estadounidense puede ubicarse fuera de California o Nueva York o del Midwest industrial. Se lo puede ubicar en Washington. Washington no tendrá simplemente la tarea de sacar a la economía de la crisis inmediata. También deberá dilucidar cómo poner a la economía estadounidense en un camino más sustentable, para que logre un crecimiento veloz, de alcance generalizado y sin el beneficio de una burbuja.

Cabe agregar algo que el artículo no dice: hoy no se puede apelar a la locomotora de una gran guerra: sabemos que basta con apretar unos pocos botones para destruir todo. Y las guerras de baja intensidad (Irak y Afganistán) están empantanadas, para ser suaves en el calificativo “militar”, y perdidas en la opinión pública mundial.

Para peor, Obama enfrenta poderosísimos lobbies: el complejo militar – industrial, Wall Street, las grandes petroleras, las empresas del carbón, la American Medical Association y los sindicatos docentes. Y necesariamente habrá ganadores y perdedores.

Teoría de la dependencia:

En ese contexto internacional, estoy convencido de que el capitalismo neoliberal conocido MURIÓ, y sólo podrá ser superada esta crisis económica mundial reformulando todas las instituciones y “dogmas neoliberales” fracasados: el F.M.I., el Banco Mundial, el dólar como reserva de moneda mundial, la farsa del libre comercio (todos los países están apelando al proteccionismo como mecanismo de defensa), discutir en serio las energías sustitutivas al petróleo, el combate al cambio climático y finalmente, lo más importante: si las normas internacionales rigen sólo para los países débiles y son continuamente pisoteadas por los poderosos no hay sistema legal ni económico posible.

En resumen, la hegemonía norteamericana terminó junto con el neoliberalismo: E.E.U.U. no podrá salir SOLO de esta crisis. El plan de “rescate” de Obama no deja de ser un manotazo de ahogado de un país nostálgico de los tiempos de la unilateralidad fenecida.

Y es que aceptar la necesidad de cualquier cambio en el esquema mundial naciente de la post segunda guerra mundial implicará la segura pérdida de poder de E.E.U.U. y la aceptación de la multilateralidad ya palpable.

Y como sabemos de sobra los latinoamericanos: A NADIE LE GUSTA SENTIRSE DEPENDIENTE. Menos aún a un imperio en decadencia.

lunes, 16 de febrero de 2009

ETICA PERIODÍSTICA


¿Cuál es el límite en que el periodismo deja de ser tal y se transforma en simple basura? Para responder esta pregunta, habrá que analizar la tapa de hoy del diario "Crítica", que corta una frase de la Ministra de Salud Graciela Ocaña para construir su titular principal "sensacionalista" y antikirchnerista del día.
Ocaña había dicho: - "Cobos es un buen hombre, equivocado, porque yo lo voté para que acompañe a la Presidenta"

¡
Qué triste el papel de Lanata! ¡Y después la juega de progre ético!
Dice Gerardo Fernandez en el blog "Tirando al Medio": "No se cuándo, pero el blanqueo mediático tendrá que llegar. Para poner las cosas en su lugar y para que se sepa desde dónde provienen los manijazos, las manipulaciones y las mentiras hechas verdades.
Para ver, en definitiva, cuántos quedan en orsay...
Marche urgente un televing!!!"

¿HASTA EL DOS MIL SIEMPRE?


¡Que triunfo el de Chávez! Se podrá estar de acuerdo o no con él, pero nunca se podrá negar la legitimidad de su triunfo democrático. Y siempre es bueno indagar en las causas de una victoria electoral: esta nota arroja luz al respecto.

Este video también:

sábado, 14 de febrero de 2009

LA IDEOLOGÍA MEDIÁTICA Y "LA GENTE"


En el último suplemento dedicado al peronismo que edita los domingos Página/12, el filósofo José Pablo Feinmann destaca que “la gente” reproduce la ideología mediática: “Los medios de comunicación (radio, televisión y grandes diarios) son el partido político de la derecha. Su considerable poder consiste en imponer su verdad como ‘la’ verdad”.

Luego comentó en primera persona que “nunca, como hoy, me aburrió hablar con ‘la gente’. Años atrás –porque tengo, al cabo, la profesión del pensamiento- solía saber lo que alguien habría de decirme no bien pronunciaba su primera palabra. Pero a veces uno que otro –con saludable frecuencia- me sorprendía. Descubría, para mí, un aspecto de la realidad sobre el que no había indagado”. Sin embargo, “hace años que apenas alguien empieza a hablar del país, de la política, de la Presidenta, de la televisión o de –por nombrar algún héroe nacional del pensamiento mayoritario- Chiche Gelblung, se todo, pero todo, lo que va a decirme. Ese hombre cree que está hablando. Pero no: está siendo hablado. A su través, habla la ideología de los medios. Que ha impuesto su verdad como la verdad”.

Consideró que “esa verdad tiene expresiones más cultivadas –el tradicional y patricio diario La Nación-, más rústicas y frontales –la revista Cabildo-, más elusivas –las del Grupo Clarín-, más guasas y culocráticas –el tinellismo- o más ‘opinionistas’, las del periodismo ‘reflexivo’ de la tele o las columnas de algunos patriarcas de la verdad, tipo Grondona (cuya verdad se ha devaluado por deterioro de su capacidad para comunicarla) o Morales Solá (que está en un buen momento como creador de verdades)”.

Lúcido análisis de Feinmann, sin dudas. Cabría agregar: ¿Ves José Pablo por qué los blogs que contradicen la ideología mediática son interesantes y hasta necesarios? Aunque, sí, haya muchos pelotudos que tengan blogs.

martes, 10 de febrero de 2009

HACERSE EL BOLUDO


Muchas gracias a Anahí de Rosario que me envía este oportuno texto:

El arte de la boludez

Hernán López Echagüe :

(Nota del autor: este artículo lo escribí en septiembre del año 2003. No obstante, ahora que Felipe Solá ha resuelto impulsar, junto al partido de Mauricio Macri, un "bloque rural" en Diputados, me ha parecido oportuna su reedición)

El responsable y propietario intelectual de estas líneas es Roberto Arlt. Días atrás, en tanto pasaba la vista por una compilación de sus aguafuertes porteñas, uno de los escritos, titulado El que siempre da la razón, concitó mi atención. "Hay un tipo de hombre que no tiene color definido", me decía Arlt en el inicio del artículo, "siempre le da a usted la razón, siempre sonríe, siempre está dispuesto a condolerse con su dolor y a sonreír con su alegría, y ni por broma contradice a nadie, ni tampoco habla mal de sus prójimos, y todos son buenos para él, y, aunque se le diga en la propia cara: `¡Usted es un hipócrita!´, es imposible hacerle abandonar su estudiada posición de ecuanimidad". Y añadía líneas más adelante: "Esta efigie de hombre me produce una sensación de monstruo gelatinoso, enorme, con más profundidades que el mismo mar. No por lo que dice, sino por lo que oculta". De inmediato me vino a la memoria el gobernador de la provincia de Buenos Aires, Felipe Solá, hombre seductor y dicharachero, afecto a la humorada y a un discurso teñido de inofensiva propensión a la ecuanimidad; presa de un inexplicable deseo de pertenencia al poder; catadura de persona decente y civilizada; aires de peronista melancólico y renovador.

Hace tiempo, interrogado acerca de su talento para permanecer en el poder, el ingeniero agrónomo Solá, entonces secretario de Agricultura, Ganadería y Pesca del gobierno de Carlos Menem --cargo que ocupó por ocho años--, tornó popular un apotegma que todo político con ansia de perpetuidad ha sabido acuñar y practicar a rajatabla: "Para durar en el gobierno, hay que hacerse el boludo".

Hacerse el boludo, en la atmósfera rioplatense, resiste, creo, infinidad de frases sinónimas: hacerse el otario; mirar hacia otra parte; hacerse el sota; hacer la vista gorda; silbar bajito; hacerse el tonto; etcétera, etcétera. Un desdén que, conforme las circunstancias, puede resultar digno de un certero sopapo, o, por el contrario, merecedor del aplauso, incluso de una buena carcajada. Hay momentos en que a todas luces es aconsejable hacerse el boludo. El muchacho deambula con su novia por un callejón de Ciudad Evita, medianoche de cielo borrascoso, y de pronto una barra de jóvenes robustos y ávidos de conversación se interpone en su camino: "Che, vo", le dicen. "Por qué no compartís ese culo con nosotros". En situaciones de ese tipo, bienvenido será el acometimiento de una repentina sordera.

Existen, claro, casos por completo opuestos. Me refiero a ese hato de boludos de naturaleza irredimible que, con sumo esfuerzo, simulan cordura, sensatez; raza imperecedera que hoy tiene en el presidente Bush a su ejemplar más vivaz y acabado.

En un estado de profunda y letargosa boludez ha tenido que vivir sumergido el ingeniero Solá para permanecer en uno u otro sector del poder a lo largo de trece años, porque a su estada en el gobierno de Carlos Menem debemos sumar su estada en el parlamento, representando, claro está, al oficialismo. En tanto Menem indultaba a militares genocidas y a sombríos fantoches como Aldo Rico; seducía a empresarios foráneos con alma de mercachifles; incorporaba a su gobierno a los sectores más conservadores y reaccionarios; se fundía en un abrazo con el almirante Isaac Rojas, acaso el más emblemático de los enemigos del peronismo histórico; condecoraba a Augusto Pinochet, besaba los cachetes de Lino Oviedo y a boca de jarro reivindicaba la masacre cometida por las Junta Militares en la Argentina, Solá se hacía el boludo. Menem echaba mano de cada una de las grietas que ofrece esta democracia formal para ignorar los preceptos de la Constitución y hacer de la Justicia un poder sumiso y obsecuente, y Solá se hacía el otario.

Menem se abandonaba a la faena de las privatizaciones caprichosas e irregulares, entregaba del manejo de la política económica a los ilustrados hombres del Fondo Monetario Internacional, sorteaba con habilidad su parentesco o familiaridad con personajes enlazados al lavado de dinero proveniente del narcotráfico, y el ecuánime Solá se hacía el tonto. Mientras Menem llamaba delincuentes a periodistas y opositores, y ampliaba el número de miembros de la Corte Suprema con el excluyente objetivo de lograr la aprobación legal de proyectos inauditos y, por lo demás, eludir decorosamente toda denuncia penal en contra de sus parientes, amigos y funcionarios, Solá contaba vacas y, desde luego, miraba hacia otra parte. En tanto Menem abría las puertas del país a delincuentes internacionales como Gaith Pharaon y Monzer Al Kassar, Solá pensaba en girasoles y se hacía el sota. Haciéndose el boludo con destreza formidable, supo compartir banquetes, reuniones oficiales, actos públicos, abrazos y copas de champán con personajes de la calaña de Víctor Alderete, Luis Barrionuevo, Armando Cavalieri, Domingo Cavallo y Carlos Corach; Augusto Alassino, Antonio Erman González, Roberto Dromi y Omar Fassi Lavalle; Hugo Franco, Carlos Grosso, Alberto Lestelle, José Luis Manzano y Munir Menem; Matilde Menéndez, Ramón Hernández y Armando Gostanián; Miguel Angel Vicco, Alberto Kohan, Eduardo Bauzá, María Julia Alsogaray y Emir Yoma; Eduardo Duhalde, Alberto Pierri, Amira Yoma, Adolfo Rodríguez Saa y Luis Abelardo Patti. En tanto Menem despojaba a la política de su esencia, es decir, el debate, la confrontación de ideas y proyectos, y la situaba en el único escenario que dominaba a sus anchas, aquel regido por las leyes de la banalidad y el entretenimiento, dejando en pie solamente el estuche, el pellejo, Solá contaba peces de colores y boludeaba.

En fin, entre tanto Menem nos hacía experimentar de manera impía el sentido físico, carnal, de las palabras pesadumbre, hastío e impotencia, Solá se hacía el boludo de manera proverbial y asombrosa.

Llegó el año 1999, su asunción como vicegobernador de Carlos Ruckauf, y entonces la boludez cobró la magnitud de majestuoso arte: "Sí, Ruckauf es un nazi", admitió. "Pero así es la política. Solamente desde adentro se pueden modificar las cosas". Un tipo de boludez, a fin de cuentas, que guarda íntima relación con la hipocresía, es decir, con el fingimiento de cualidades o sentimientos contrarios a los que de veras se tienen o experimentan. Ahora bien, transcurrir la vida haciéndose el boludo con el único y excluyente propósito de permanecer en el poder, en tanto ese poder al que se pertenece devora, arruina y descuaderna un país, supera ya los límites de la boludez común y ordinaria, habitualmente inofensiva, y comporta un grado de verdadera complicidad.

Contemplar a Solá semanas atrás junto a Estela Carlotto, encabezando la insondable marcha contra la violencia y la represión que se llevó a cabo en la ciudad de La Plata, me causó náusea. A lo largo de doce cuadras, cientos de personas le lanzaron furiosas maldiciones, y Solá, claro, se hizo el boludo. ¿Hacerse el boludo? Sencillo: una palmadita en el hombro de los policías que asesinaron a Darío Santillán y Maximiliano Kosteki, y una palmadita en el hombro de los padres de las víctimas; un afectuoso abrazo con Alberto Pierri en un estudio de televisión, un reto a las patotas políticas que Pierri comanda; marchar codo a codo con la presidenta de Abuelas de Plaza de Mayo, y haberse hecho el boludo cuando el gobierno del que formaba parte indultaba a los militares que se habían apropiado de los niños que esas abuelas buscan, con desespero, por toda parte.

Más allá de toda interpretación, hay algo que sí queda claro: de tanto hacerse el boludo, cualquier persona se convierte en flor de boludo.

Difícil saber qué principios imperan en el interior de Felipe Solá, en el interior de los cientos de Felipes Solás que ya son maleza en la política de esta enflaquecida comarca sureña."¿Qué es lo que desenvuelve dentro de él? ¿Qué tormentas?", finaliza Arlt. "No me lo imagino... puede estar usted seguro que en la soledad, en ese semblante que siempre sonríe, debe dibujarse una tal fealdad taciturna, que al mismo diablo se le pondrá la piel fría y mirará con prevención a su esperpento sobre la tierra: el hipócrita".

lunes, 9 de febrero de 2009

ESTE AÑO ES DARWINIANO


Y sí, no podía permanecer indiferente:

"Las teorías de Charles Darwin revolucionaron nuestro conocimiento del mundo y sus ideas sentaron las bases de la sociedad y la ciencia moderna, ya que nos ayudaron a comprender mejor nuestro lugar en el medio natural". Son palabras del presidente del Museo de Historia Natural de Londres, Oliver Stoc-ken, que explican porqué el 2009 va a ser un año cargado de eventos, especialmente en el Reino Unido, para celebrar el 200 aniversario del nacimiento de Darwin y los 150 años de la publicación de El origen de las especies, cuyo autor es considerado, junto a Newton, el científico británico más importante de todos los tiempos.

Los postulados darwinianos generaron (y generan) enorme polémica porque sitúa fuera de la religión el origen y desarrollo de la vida. Básicamente, la teoría plantea que las especies (el hombre incluido) sobreviven por la llamada selección natural, el proceso por el cual las mejores condiciones de los individuos tienen éxito reproductivo y al fin, garantizan la continuidad de una especie, adaptándose de la mejor manera a su medio.

La teoría fue desarrollada y argumentada en El origen de las especies, que agotó su edición en un solo día. Años más tarde, Darwin publicó El origen del hombre. Si ya tenía problemas con la Iglesia Católica, este libro terminó de agrietar los vínculos. Darwin plantea allí que los humanos evolucionan de un ser parecido al mono que, por selección natural, se irguió.

Al respecto, John Van Wyhe, historiador de la ciencia de la Universidad de Cambridge y autor de una página web que recoge todos los trabajos de Darwin y que ha recibido más de 50 millones de visitas desde 2006 (darwin-online.org.uk). "En unos quince o veinte años desde la publicación, la controversia sobre su obra finalizó. La comunidad científica internacional aceptó que Darwin tenía razón sobre la evolución. Y eso ocurrió hace mucho tiempo. Los que ahora le atacan no solamente desconocen la ciencia, sino la historia, y creo que es necesario recordárselo". La polémica de El origen de las especies no fue ni general ni extendida: las críticas vinieron fundamentalmente de los sectores más religiosos, pero la recepción por parte de los científicos de la época fue considerar que "Darwin era un genio", asegura este historiador. Así que este debate creacionista procede de los muy conservadores grupos evangelistas norteamericanos de principios del siglo XX.


Así, en EE UU, la nación científicamente más avanzada de la Tierra, el 48% de sus habitantes piensa que el ser humano fue creado directamente por Dios en los últimos 10.000 años, según una encuesta de una revista científica de prestigio, PLoS Biology. Y la mujer que aspiraba a ocupar el segundo cargo político más poderoso del planeta, la gobernadora republicana Sarah Palin, manifestó en 2006 que el creacionismo debería enseñarse en las escuelas como un punto de vista alternativo a la evolución, al ser "importante un debate saludable", recoge la revista Nature. ¿Qué se podría pensar de una potencial vicepresidenta que simpatiza con la idea de que la Tierra tiene sólo unos cuantos de miles de años de edad? "Me encantaría que alguien le hiciera esa pregunta", responde Tim Berra, profesor emérito de Evolución de la Universidad de Ohio. "Es realmente frustrante y desmoralizador comprobar que la mitad de los norteamericanos no aceptan la evolución".


Me acordé de un post que escribí hace un tiempo sobre "Inteligencia y Religión".