Así lo reconoce Mario Wainfeld en su columna de hoy:
Ocurre que esas movidas interfieren con un relato banal y extremo, que predicaba que el oficialismo había quedado reducido a un equipo de gobierno y una pléyade de asalariados, casi todos dirigentes o pobres, siempre cooptables con dádivas. El descubrimiento de adhesiones firmes y expresivas a un Gobierno que ha producido cambios de todo jaez, trastrueca equilibrios y certidumbres y lleva a perder la chaveta. Había amanecido con el grupo Carta Abierta, su perduración y la proliferación de expresiones novedosas colmó paciencias.
La furia contra esas expresiones democráticas es acaso desproporcionada a su rating, a su penetración. Las derivaciones electorales del cambio de escenario son un enigma. Lo que se deja ver es que el oficialismo moviliza, tiene apoyos ciudadanos multicolores, algunos con buena capacidad de expresión. Es una buena nueva, en general, y un desafío para sus contradictores. Algunos de ellos se sacan, acuden a la injuria o a la hipérbole, añorando el entorno previo.
Nadie debe acallar a nadie ni nadie puede exigir tener una aureola que lo sustraiga a la polémica. Todos tienen derecho a expresarse, incluso a través de los medios masivos, principal recurso en las sociedades de masas. Todas las voces deben resonar, aun las que desafinan para nuestros sesgados oídos. La restricción de esos derechos es un reto a la sociedad. ¿Hace falta decir cuánto de lo antedicho conecta con el horizonte abierto por la ley de medios? Por si hace falta, se subraya”
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