No quiero darle a este post un contenido épico ni mucho menos, sino dar cuenta de una realidad: desde el 2008 a esta parte somos muchos los que venimos ejerciendo una suerte de RESISTENCIA al discurso hegemónico mediático, el cual tuvo (y tiene) una influencia tremenda en la clase media de la cual formamos parte. A quien más, quien menos, ello nos costó una suerte de segregación social por simpatizar con el kirchnerismo en nuestros entornos sociales y familiares.
En el caso mio y de muchos blogueros que decidimos poner la cara y dar la pelea "en territorio enemigo" ello se vio muy potenciado, convirtiéndonos en blanco fácil de los desplantes y destinatarios del odio de los sectores más "cool" de la clase media.
Pero valió la pena: los compañeros "del palo" conocidos en el medio de la pelea y la certeza de estar siendo consecuente con uno mismo así lo acreditan. Mucho más cuando en la vereda del frente uno podía disfrutar de enfrentar a los mismos sectores vendepatrias de siempre.
Como muchos lo venimos observando, comienzan ahora a sacar la cabeza todos los resistentes y a asumirlo de diferentes formas: poniéndose remera con la leyenda: "soy la mierda oficialista" o "yo también soy yegua" o esas casas que comienzan a aparecer con el cartelito: "aquí se apoya al gobierno nacional y popular". Por acá Gerardo Fernández describe muy bien ese fenómeno, del que también da cuenta esta canción:
Para mi gusto, el que mejor describió ese clima de época es Orlando Barone en un post que tiene destino de archivo histórico. Lo transcribo completo:
"Mientras los entusiastas teleespectadores de 6,7,8 se autoconvocaron en la plaza de mayo y los grandes medios los consideraron invisibles, lo que se está haciendo visible es la tristeza de los opositores. Repentina e inesperada irrumpe en el momento en que la oposición más algazara producía. Los entristece justo cuanto más festejaban.
Si será yegua que sale ilesa y limpia del insulto. Por eso les cunde la tristeza, como un estado de acabamiento y de defraudación que se patentiza desde los grandes medios. Y desde los periodistas grandes “enculados”, porque sus opositores favoritos se descubren endebles, inconsistentes o pigmeos. Y no reaccionan como esos periodistas grandes les ordenan.
Han quedado desnudos a plena luz de la política. Y desnudos se corporizan en la realidad de su tamaño de juguete. No es joda jugar a los congresales con tanto público encima y después de crear expectativas de belleza acabar en esperpentos. Es como pasa en esos encuentros de psicodrama en el cual los protagonistas liberados empiezan autoengáñandose con caricias y al rato, si el terapeuta se distrae, se dedican a la sinceridad de la mutua matanza. No tengan esperanzas: si solo aspiraron a crear la desesperanza y el horror deberán resignarse a que se vuelva contra ellos.
Triste la oposición triste. Mire que le pusieron ganas. Que le pusieron plata. Que le pusieron mentiras a favor. Que le pusieron odio. Que le pusieron favoritismo por imposición mediática. Y ¿para qué? Para que ahora a medida que se desatan y se abren los paquetes, su contenido sea chirle, o vacío. Es que la política es un género cuya maravillosa fascinación permite por igual la ilusión y el fraude.
Dice la leyenda que el ataúd de Herminio Iglesias en la Nueve de julio, hace casi treinta años es el símbolo, pero no el único que emblematiza la torpeza que concluye en la derrota. Los opositores al gobierno están reproduciendo metafóricamente varios ataúdes. Uno de ellos lo puede cargar, él solo, Gerardo Morales; otro Elisa Carrió, munida de una pala excavadora de enterramiento múltiple incluyéndose ella misma; otro ataúd lo pueden arrastrar, arrastrándose, los socialistas mendaces que profanan el nombre del socialismo al que momificaron hace ya tiempo; y otros ataúdes de Herminio Iglesias lo empujan a escupitajos los hostiles opositores sin gracia que de tanto que aparecen en los medios se vuelven desgraciados.
No hay nada más letal que ser descubiertos sin recursos y sin dones en medio del espectáculo y con la luz en plena jeta. La parte de la sociedad socavada por el odio y ante tan desopilante funeral opositor, empieza otra vez a darse cuenta que no hay que adorar lo inadorable y menos mentirse o dejarse ser mentido. No se puede odiar así nomás: el odio requiere algún sentido lógico, exige que el odiado se lo merezca. En tanto el monstruoso gobierno que gobierna mira pasar los ataúdes"
Con ustedes, los inquisidores:
En el caso mio y de muchos blogueros que decidimos poner la cara y dar la pelea "en territorio enemigo" ello se vio muy potenciado, convirtiéndonos en blanco fácil de los desplantes y destinatarios del odio de los sectores más "cool" de la clase media.
Pero valió la pena: los compañeros "del palo" conocidos en el medio de la pelea y la certeza de estar siendo consecuente con uno mismo así lo acreditan. Mucho más cuando en la vereda del frente uno podía disfrutar de enfrentar a los mismos sectores vendepatrias de siempre.
Como muchos lo venimos observando, comienzan ahora a sacar la cabeza todos los resistentes y a asumirlo de diferentes formas: poniéndose remera con la leyenda: "soy la mierda oficialista" o "yo también soy yegua" o esas casas que comienzan a aparecer con el cartelito: "aquí se apoya al gobierno nacional y popular". Por acá Gerardo Fernández describe muy bien ese fenómeno, del que también da cuenta esta canción:
Para mi gusto, el que mejor describió ese clima de época es Orlando Barone en un post que tiene destino de archivo histórico. Lo transcribo completo:
"Mientras los entusiastas teleespectadores de 6,7,8 se autoconvocaron en la plaza de mayo y los grandes medios los consideraron invisibles, lo que se está haciendo visible es la tristeza de los opositores. Repentina e inesperada irrumpe en el momento en que la oposición más algazara producía. Los entristece justo cuanto más festejaban.
Si será yegua que sale ilesa y limpia del insulto. Por eso les cunde la tristeza, como un estado de acabamiento y de defraudación que se patentiza desde los grandes medios. Y desde los periodistas grandes “enculados”, porque sus opositores favoritos se descubren endebles, inconsistentes o pigmeos. Y no reaccionan como esos periodistas grandes les ordenan.
Han quedado desnudos a plena luz de la política. Y desnudos se corporizan en la realidad de su tamaño de juguete. No es joda jugar a los congresales con tanto público encima y después de crear expectativas de belleza acabar en esperpentos. Es como pasa en esos encuentros de psicodrama en el cual los protagonistas liberados empiezan autoengáñandose con caricias y al rato, si el terapeuta se distrae, se dedican a la sinceridad de la mutua matanza. No tengan esperanzas: si solo aspiraron a crear la desesperanza y el horror deberán resignarse a que se vuelva contra ellos.
Triste la oposición triste. Mire que le pusieron ganas. Que le pusieron plata. Que le pusieron mentiras a favor. Que le pusieron odio. Que le pusieron favoritismo por imposición mediática. Y ¿para qué? Para que ahora a medida que se desatan y se abren los paquetes, su contenido sea chirle, o vacío. Es que la política es un género cuya maravillosa fascinación permite por igual la ilusión y el fraude.
Dice la leyenda que el ataúd de Herminio Iglesias en la Nueve de julio, hace casi treinta años es el símbolo, pero no el único que emblematiza la torpeza que concluye en la derrota. Los opositores al gobierno están reproduciendo metafóricamente varios ataúdes. Uno de ellos lo puede cargar, él solo, Gerardo Morales; otro Elisa Carrió, munida de una pala excavadora de enterramiento múltiple incluyéndose ella misma; otro ataúd lo pueden arrastrar, arrastrándose, los socialistas mendaces que profanan el nombre del socialismo al que momificaron hace ya tiempo; y otros ataúdes de Herminio Iglesias lo empujan a escupitajos los hostiles opositores sin gracia que de tanto que aparecen en los medios se vuelven desgraciados.
No hay nada más letal que ser descubiertos sin recursos y sin dones en medio del espectáculo y con la luz en plena jeta. La parte de la sociedad socavada por el odio y ante tan desopilante funeral opositor, empieza otra vez a darse cuenta que no hay que adorar lo inadorable y menos mentirse o dejarse ser mentido. No se puede odiar así nomás: el odio requiere algún sentido lógico, exige que el odiado se lo merezca. En tanto el monstruoso gobierno que gobierna mira pasar los ataúdes"
Con ustedes, los inquisidores:
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