martes, 22 de julio de 2008

EL SILENCIO DE LOS INOCENTES

El doctor en filosofía de la UBA, Ricardo Forster, escribe su indignación:

"Ante un mundo de seudoprogresistas que hace mucho tiempo prefieren balconear los acontecimientos desde un purismo legalista y republicano que finalmente los coloca del lado oscuro de la historia pero, eso sí, como si fueran los eternos portadores del bien... cultores “progresistas” de un republicanismo de pacotilla amparado por las estéticas de lo políticamente correcto en un tiempo atravesado por la invisibilización de la injusticia y la desigualdad.

Indignación ante tanto cinismo, no de aquellos que siempre han defendido sus intereses de clase, su derecho a quedarse con la mayor parte de la renta y a ser los dueños del lenguaje; no, indignación con aquellos que responden a lo acontecido a lo largo de estos últimos años con un brutal ninguneo de lo que efectivamente movió a la emergencia de una derecha belicosa, agresiva y destituyente, y que lo hacen en nombre de lo que no se hizo, mientras miran hacia otro lado cuando se les recuerda lo que sí se hizo. Nada importa, a sus ojos virginales, la política de derechos humanos, la profunda renovación de la Corte Suprema, el giro latinoamericano de la política exterior y el rechazo del ALCA, la transformación operada en las Fuerzas Armadas, la recomposición, después de décadas, de un mundo del trabajo que estaba en estado de extinción; nada interesa que se desencadene el peor de los conflictos cuando se intenta tocar la fabulosa renta agraria porque siempre dirán que todavía no se tocaron las otras rentas. Un eterno principismo que se metamorfosea en complicidad con los poderosos y que prefiere mirar para otro lado cuando se juega el rumbo del país por los próximos años. Indignación ante tanta retórica que termina por confluir con los peores intereses de una parte de la Argentina que siempre está lista para dar el zarpazo y recuperar la totalidad de su hegemonía política, económica y cultural"
Aquí el artículo completo.
Al que le quepa el sayo, que se lo ponga.


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