miércoles, 25 de mayo de 2011

LEON ALPEROVICH: UNA LEYENDA TUCUMANA


El periodista tucumano Tony Arnedo publicó en su página esta interesante semblanza sobre el empresario recientemente fallecido:

"La elección del nombre quizás resultó premonitoria. Porque supo reinar en la selva de negocios de una provincia atípica como Tucumán y porque demostró una indomable capacidad de lucha para sostener sus empresas entre tantas inflaciones y dos hìper, que minaron los esfuerzos de otros muchos hombres de negocios de su generación. León Alperovich ya era casi una leyenda en el mundo empresarial cuando ayer se apagó su vida.

Los obsecuentes del poder quizás sólo recuerdan hoy que es el padre del Gobernador. Pero mucho antes de emprender José su carrera política - en los comienzos contra la propia voluntad de su padre- León ya había edificado el mito de ser uno de los más originales y batalladores empresarios de las últimas décadas del siglo XX en Tucumán . Adonde había llegado desde Santa Fé en busca de mejores horizontes.

Un modesto puesto de empleo en Sancor lo había convencido de emigrar porque consideraba que su futuro estaba en otro lado. Y no erró en esa apreciación. El Tucumán de las oportunidades lo recibió con los brazos abiertos y León supo capitalizar esa hospitalidad. Primero como sastre y luego vendiendo telas. Con ese precario oficio recorrió gran parte de la provincia hasta que los vientos de la vida lo llevaron a incursionar en el negocio de la venta de autos, que fue su primer escalón significativo.

La Chrysler -no Valiant como se dijo erróneamente- buscaba asentarse en la provincia y León -entre sus anécdotas preferidas- contaba que convenció a los enviados de la firma norteamericana que podría ser el representante porque tenía un excelente local en San Lorenzo al 200 ( el actual bunker de la empresa) que en realidad León debió luego salir a alquilar de apuros cuando le dieron el si.

 Muchos mitos y leyendas se tejieron en torno al encumbramiento económico del “ruso León” como ya se lo conocía en el ambiente empresarial. Sin duda que fueron claves esa representación comercial, la confianza que le dispensó Lockman, un legendario concesionario cordobés de larga fama en el interior del país para hacer negocios y sus vínculos con el “aparato financiero” del PC argentino, donde León gozaba de gran respeto por su olfato para los negocios.

 Fue una palabra siempre respetada en ese ámbito a partir del cual ayudó también a fomentar una mayor apertura cultural de su propia colectividad con la formación de la Asociación Cultural Israelita Tucumana ( ACIT), que llegó a tener su propia sala teatral en los años 70 y un predio importante en Yerba Buena, muy cerca de la otra entidad socio-cultural de la comunidad judía - Unidad Sionista- que con los años le abrió las puertas a sus hijos y nietos. 

Las inquietudes populares de León lo llevaron también a involucrarse en la conducción del club Atlético Tucumán - una debilidad que contagió a José - en la misma época en que otro paisano - Natalio Mirkin- manejaba los destinos del tradicional rival, San Martín.

De modo consecuente León no descuidaba sus negocios y ampliaba sus horizontes: se diversificó hacia la hotelería y las inversiones agropecuarias, no sólo en Tucumán sino también en Salta y Santiago del Estero.

 Pocos empresarios como él entendieron el aserto de aquel viejo consejo “el ojo del amo engorda el ganado” y es así como León hacía sentir su omnipresencia en sus empresas y negocios, abrazando a sus clientes (en broma le decìan “sol tucumano”, porque era abrasador), cerrando alguna operación, cuidando el mínimo detalle de su hotel o saludando a sus empleados de más confianza con una palmada elocuente.

El deterioro de su salud en los últimos años fue evidente y quedó confinado a su domicilio con el inexorable Alzheimer minando su voluntad y su memoria. Una lástima que no haya podido dictar sus recuerdos, porque seguramente tenía muchas más cosas interesantes para contar"

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