A todos nos habrá pasado escuchar reflexiones de las más variadas sobre la aprobación del matrimonio gay. Los que a mí no dejan de sorprenderme son aquellos que se creyeron el slogan clerical de qué “los argentinos queremos un papá y mamá” (una suerte de remixado pueril del dictatorial “los argentinos somos derechos y humanos”); y ahora, con el hecho consumado de la ley aprobada, salen a descubrir: “vah… todo seguirá como antes… no creo que la cosa cambie mucho para “nosotros”, al fin y al cabo los putos ya vivían juntos y tenían chicos”.
Y es que, en el fondo, esa es la primera reflexión de sectores de la clase media acomodaticia que empieza a percibir que hay sectores que están sufriendo una derrota terrible (que sólo pueden adjudicar al demonio kirchnerista) en dos aspectos que consideraban su patrimonio intocable:
1) La supuesta primacía de “la ley natural” sobre el derecho positivo, tal cual se enseña aún hoy en muchas facultades de derecho de nuestro país.
2) El mito de la todopoderosa iglesia católica argentina, a la que los políticos tradicionales argentinos profesan un atávico terror, empieza a resquebrajarse.
Pero vamos por partes:
1) El argumento más “fuerte” en contra del matrimonio gay fue denunciar su carácter antinatural: la familia es de papá y mamá. Ahora bien, siempre que hablamos de ley “natural” chocamos con un inconveniente: ¿quién dicta la ley natural? Nos dicen que Dios o la “madre naturaleza”. El problema es que siempre caemos en el dogma: terminan siendo unos cuantos hombres esclarecidos los que nos dicen que es lo natural o lo antinatural, y el resto debemos aceptarlo así: el matrimonio entre personas del mismo sexo es “antinatural” y la monogamia heterosexual es “natural”.
En realidad, toda esa concepción de lo “natural” responde a un estricto criterio de organización social de matriz conservadora. Todo bien. El problema es que ya no existen familias Ingalls, y cada vez hay más familias Addams. En el fondo hay una crisis que con el tiempo se hará más visible: la de la institución matrimonial. Esa será la discusión de acá a 10 años, y la darán los jóvenes que elijen cada vez más la convivencia, otros que se divorcian con rapidez, y los que sufren la prolongación de matrimonios “por los chicos” o “por el qué dirán”.
Mientras tanto, “la ley natural” (paraíso de los dogmáticos) sufrió un golpe durísimo. Y los sectores conservadores lo saben.
2) La corporación eclesiástica perdió su halo de invencibilidad. No es un dato menor. Quizás eso no se llega a valorar tanto en la ciudad de Buenos Aires, pero en provincias norteñas como Tucumán (ni hablar de otras como Catamarca, Salta, Formosa, etc.) perdura el temor reverencial a este poder clerical, por sus reales ramificaciones en la justicia, el poder político y económico.
Sin duda que el kirchnerismo tiene ganado un lugar grande en la historia por la valentía y su olfato para dar estas peleas contra supuestos gigantes invencibles. A la hora de discutir poder, la tibieza y la genuflexión no existen.
Gerardo Fernández lo explica a la perfección:
“Lo que vuelve a quedar clarísimo es cómo el kirchnerismo sigue jugando correctamente en temas troncales para la construcción de una sociedad con niveles crecientes de democracia y derechos sociales y civiles. Se vuelve a ratificar una actitud que desde
Es un dato central, además, que de estas pujas no se sale victorioso por la mera voluntad, se gana cuando la demanda está instalada en la sociedad, cuando la gente está de acuerdo con la medida aunque no en todos los casos lo esté con el kirchnerismo. Esto es un tema para estudiar porque luego de décadas de pensar que "no se puede" y de sentir que más vale una mala negociación que una derrota lisa y llana, un buen día irrumpe una fuerza política con disposición a poner en la balanza su gran volumen político y así logra victorias resonantes. Pensar en la banca derrotada al perder las AFJP, pensar en Clarín y Vila-Manzano al tener que morfarse una ley de medios democrática y pensar ahora nada menos que a
Pensemos, por caso, en
A los que siguen creyendo que se quedarán sin papá y mamá, les dejo esta canción de
No hay pan que tape el agujero
El de la angustia existencial
Por eso
Dame solamente
Lo que más te guste
Y nada más
Estás hincada mirando al suelo
Con una virgen en tu regazo
Te deshiciste de vos
Y ahora lo culpás a Dios
Dame sencillamente
Lo que mas te guste
Lo que mas te guste
Dame solamente
Lo que mas te guste
Y nada mas
3 comentarios:
Es curioso como hace agua el argumento de lo natural en boca de la iglesia, en si misma una construccion completamente cultural. Suena paradojico que una institución que patina oscurantistamente a la hora de aceptar las leyes de la biología y de la evolución, proponga una mirada "natural" a realidades sociales.
Esto dicho muy al margen de la contradicción que muestra en el terreno de su supuesta ideología de respeto y tolerancia al projimo.
Los senadores oficialistas que apoyaron hablaron de manera extraordinaria. Fuentes, Filmus y Pichetto: grosos.
Y para mi fue una sorpresa el discurso de Beatriz Rojkés. Me pareció uno de los mejores.
Abrazo.
Quizás el derecho "natural" avale la pederastería. Aquí ya existe más "tolerancia" clerical. Aquí ya hay más "flexibilidad" dogmática.
En fin, los países que llevan más tiempo con ello, sólo han detectado una cosa: se ha dado derecho a las situaciones de hecho. Así se puede reclamar una pensión, una herencia, etc... Es decir, se dota de protección jurídica a una situación real de importante carga social (cualitativa que no cuantitativa). Como siempre la Iglesia no aclara que reconocer un derecho no implica obligación alguna. Nadie está obligado a ser gay ni a ser heterosexual. Nadie está obligado a casarse, nadie está obligado a abortar,etc...etc... A lo que sí está obligado el Estado es a proteger a todos sin perjudicar a nadie, a legislar en función de la realidad y no de códigos de creencias particulares.
Fibrilatus.
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