La negociación es un arte cuyo dominio requiere las cualidades  personales adecuadas, y sin duda que la experiencia juega un papel  fundamental. 
Las partes que entablan una negociación se plantean dos escenarios  posibles: la mejor situación es inducir al crecimiento de la torta y  luego distribuir los beneficios incrementados en proporciones  equitativas;  la peor realidad se presenta cuando las partes no  tienen como objetivo hacer crecer los beneficios comunes y una de ellas  se queda con los mejores resultados debido a su habilidad y la otra  claudica como consecuencia de una negociación inepta caracterizada por  la  debilidad.
Aunque sea una verdad de Perogrullo, hay personas que son mas  habilidosas que otras en el arte de negociar. Y es en el plano de la  política donde en mayor medida quedan expuestos esos “saberes”.
Así, por ejemplo, imaginemos como puede llegar a ser dentro  de un año la relación entre la alianza contra-natura entre Ricardito  Alfonsín con De Narváez. Ricardito literalmente arrastró a los  radicales al bunker de De Narvaéz, donde éste le dió la bienvenida  porque quien llegaba había aceptado la “invitación”. Dos días más tarde  le impuso el vicepresidente, nada menos.
Alfonsín Hijo se inició en la política a los 48 años como concejal.  En estos tiempos, ante el vendaval de carencias que soporta la  oposición y ayudado por la manipulación de los insolventes dirigentes  radicales fué depositado como único candidato radical. Al no mover el  amperímetro como esperaban, la angustia llevó a Ricardito a la  desesperación y la claudicación final ante De Narváez,  tentado por la  posibilidad de “sumar votos” en la provincia de Buenos Aires y  por los  15 millones de pesos prometidos. Esa es su capacidad de negociación.
Y el pueblo no es boludo, percibe que todo pinta peor que la Alianza  radical que conformó De la Rua. El radicalismo está aliado con un  arribista reaccionario al que ni le interesa conocer el significado de  la palabra “progresismo”. Su perlita más notoria “de gestión” es la  repuesta que le dio a Stacy Palestrant de la Universidad de  Harvard  cuando en 1995 éste hacía un trabajo sobre empresas familiares,   refiréndose a las 3500 empleados que despidió de Casa Tía: “Mucha  gente que  despedí tenía 25 años de experiencia. De un saque me liberé  de 5000 años  de experiencia en Casa Tía, de los buenos y de los malos.  Despedí a  todos, desde los cajeros hasta las secretarias de los  gerentes, personas  que en el pasado habían dirigido la compañía. Y  ahora si no estaban de  acuerdo con alguna decisión no la cumplían. Fue  una decisión difícil,  que todavía me pesa. Es una tontería pensar en ella en términos de justicia. No hay justicia”.
Toda una declaración de principios para un supuesto republicano: “no hay justicia”.
Continúa por acá.


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