El diario El País de España de ayer, bajo el título de “La mujer tachada”, dedicó este interesante editorial al tema de la despenalización del aborto en Latinoamérica:
“Son diferentes, y de distinto signo, los proyectos políticos que están en marcha en Latinoamérica, pero en lo que la mayoría de los gobiernos coincide es en su drástica negativa a debatir siquiera la despenalización del aborto. Las estadísticas, sin embargo, son alarmantes: se habla de cuatro millones de abortos clandestinos al año y de 4.000 mujeres que murieron al intentarlo (en pésimas condiciones sanitarias). Salvo el distrito federal en México y Cuba, que han aprobado leyes de plazos, en el resto de los países sólo se contempla la despenalización, en el mejor de los casos, por violación, incesto o peligro de grave malformación del feto, y, por lo general, no se castiga sólo cuando la madre corre peligro de muerte.
Más allá de abundar en casos concretos, que ponen los pelos de punta por el fanatismo con el que se persigue a las mujeres que desean abortar o ya lo han hecho, lo que resulta evidente es el desprecio con que las autoridades políticas y legislativas tratan las movilizaciones de grupos de mujeres que la mayoría de las veces sólo reclaman la despenalización del aborto en los supuestos más evidentes (violación, peligro de la vida de la madre, malformación del feto), sin llegar siquiera a reivindicar leyes de plazos que se aproximen a las que rigen en los países occidentales desarrollados.
Dos reflexiones:
1) En primer lugar, en líneas generales, coincido con el contenido del editorial, incluso no deja de sorprenderme este párrafo viniendo del Grupo Prisa: “Casi todos los países latinoamericanos están inmersos en procesos de modernización, o defienden revoluciones que acaben con viejas injusticias…” Extrañísima la frase dedicada al populismo latinoamericano.
2) En segundo lugar, y esto sí no me sorprende, es notable como “el progresismo” o la izquierda realmente existente en España y en Europa en general se ha ido reduciendo a legítimas conquistas de colectivos largamente postergadas: mujeres, homosexuales, medio ambiente, etc. Y está todo bien, perfecto. Pero hasta ahí llegamos.
Si hablamos de economía: ahí nos ponemos ortodoxos y de derechas.
Si hablamos de lucha contra las corporaciones: también del lado de las corporaciones.
Si hablamos de inmigrantes latinos o africanos: está bien que se queden en sus países y no los dejemos entrar a Europa. Desde acá, editoriales de diarios europeos, nos ocuparemos de condenar a los sectores conservadores latinoamericanos que impiden que avance la despenalización del aborto. Una total falta de sensibilidad, dicen. Si, de acuerdo. Mientras tanto, a los que lleguen sin euros ni tarjetas de crédito a Barajas: de vuelta a sus países sin comerla ni beberla. Pero claro, de eso no se habla.
Si hablamos de gobiernos latinoamericanos que intentan, aunque sea tibiamente, defender intereses populares largamente postergados: aparece la condena al populismo como cáncer de los pueblos, la defensa de la “calidad institucional”, el fantasma del autoritarismo que avanza contra “la libertad de prensa” o “la propiedad privada”.
Raro el progresismo europeo. Me recuerda a esos porteños que se dicen y se creen progres y lo votan a Macri.
Como diría Carrió: ¿Me siguen?
2 comentarios:
La capacidad para reproducir los valores, los esquemas, los parámetros de los países centrales por parte del progresismo europeo es preocupante, pero esto no es nada novedoso. No viene nada mal volver a la leer el prefacio de Jean Paul Sartre en “Los Condenados de la Tierra” creo que es un buen resumen y sigue intacto como argumento. Con respecto al derecho al aborto y otros derechos civiles, creo que como toda discusión filosófica nunca terminara de saldarse, ni acá ni en Europa, simplemente refleja la correlación de fuerza entre una postura y la otra.
Camilo Soñez.
Estoy de acuerdo con lo expuesto. Sólo me gustaría añadir que el reconocer derechos civiles es una necesidad social: existen los gays, existen los embarazos no deseados y los abortos clandestinos..... La discusión filosófica tiene sitio, claro está, pero no puede ni debe impedir regulaciones. Son leyes que no obligan a nada (sólo despenalizan o regulan derechos) y dejan libre a la decisión individual el ejercerlas o no. Es decir, no estamos obligados ni a abortar, ni a ser gays, ni a creer en Dios. Una clara diferencia con respecto a otras ramas del Derecho como el derecho penal: estamos OBLIGADOS a no robar a no matar,etc.... y si no seremos castigados.
Fibrilatus.
Publicar un comentario