Nunca hay que despreciar ni subestimar al miedo. Del miedo surgieron las divinidades del hombre primitivo: el fuego, la lluvia, el sol, etc. Ese politeísmo se hizo luego, en las sociedades antiguas, más sofisticado: se rendía culto a los dioses de la guerra, de la belleza, del mar, de la fertilidad de la tierra, del amor.
Cuando el hombre fue develando misterios, perdiendo miedos, los dioses se redujeron a uno sólo: surgieron las grandes religiones monoteístas (cristianismo, musulmana y judía) que intentaban calmar el miedo inmortal del hombre: el de su inevitable muerte, las enfermedades, el sufrimiento, las carencias de cariño y amor. La fe como antídoto del miedo.
El mundo contemporáneo generó en el hombre “nuevos miedos”. Las grandes urbes rodeadas de excluidos sociales generan lógicas situaciones violentas que son potenciadas por los grandes medios de comunicación masiva: surge el miedo a la inseguridad que sería consecuencia, según el relato hegemónico, del vandalismo de los sumergidos, de los habitantes de esas “ciudades del terror” que se multiplican alrededor de los barrios “decentes”.
Al respecto, sostiene el filósofo Ricardo Forster: “No casualmente se entrelaza un discurso obsesivo, machacador, que viene de los medios masivos, con el aumento del miedo en las clases medias, hasta confluir con el reclamo de mayor represión y menos garantismo jurídico que suele estar siempre representado, en el imaginario colectivo, por políticas de derecha que se instituyen en portadoras de “lo que quiere la gente” frente a gobiernos pasivos, en el mejor de los casos, o cómplices de la delincuencia. Esa sobreexposición mediática constituye uno de los modos de multiplicar la sujeción social y de contrarrestar cualquier proyecto de transformación de un sistema de injusticias que es la base de la anomia y la violencia, apuntando a consolidar una sociedad fragmentada, atravesada por el prejuicio, angustiada por el miedo y disponible para políticas de coerción que cuajan perfectamente con el odio de clase y la lógica racista tan al alcance de la mano cuando lo que domina socialmente es el miedo”
¿Puede alguien sorprenderse que para algunos tucumanos el "Malevo" Ferreyra se convirtiera en un héroe de la lucha contra la inseguridad? Un hombre bestial, violento, descontrolado y bastante ignorante como encarnación de la “mano dura”. Una suerte de pacto oscuro de “los ciudadanos intachables” con un “Dios bizarro” que actúe con efectividad para defenderlos de la inseguridad, ante la pasividad del gobierno y la justicia. ¿El lado oscuro de la fuerza?
En una imperdible crónica periodística, mi amigo Javier Noguera describe al personaje:
“Durante los años del Proceso, fanfarrón y temerario hasta lo insensato, se sumó gustoso a los grupos paramilitares. Por eso se lo iba a juzgar ahora, cuando decidió terminar la cosa en su ley, apretando por última vez el gatillo, su viejo amigo. Se mató atrincherado en el tanque de agua de su modesta casa, resistiendo el allanamiento de los gendarmes que venían a buscarlo. Todos esperaban un show mediático menor, con gritos, insultos y empujones; pero terminaron en estado de shock, con la sangre helada por el horror. Era inevitable. Tenía que pasar en Tucumán, la tierra de la desmesura. Y en vivo por Crónica TV, claro.”
Cuando el hombre fue develando misterios, perdiendo miedos, los dioses se redujeron a uno sólo: surgieron las grandes religiones monoteístas (cristianismo, musulmana y judía) que intentaban calmar el miedo inmortal del hombre: el de su inevitable muerte, las enfermedades, el sufrimiento, las carencias de cariño y amor. La fe como antídoto del miedo.
El mundo contemporáneo generó en el hombre “nuevos miedos”. Las grandes urbes rodeadas de excluidos sociales generan lógicas situaciones violentas que son potenciadas por los grandes medios de comunicación masiva: surge el miedo a la inseguridad que sería consecuencia, según el relato hegemónico, del vandalismo de los sumergidos, de los habitantes de esas “ciudades del terror” que se multiplican alrededor de los barrios “decentes”.
Al respecto, sostiene el filósofo Ricardo Forster: “No casualmente se entrelaza un discurso obsesivo, machacador, que viene de los medios masivos, con el aumento del miedo en las clases medias, hasta confluir con el reclamo de mayor represión y menos garantismo jurídico que suele estar siempre representado, en el imaginario colectivo, por políticas de derecha que se instituyen en portadoras de “lo que quiere la gente” frente a gobiernos pasivos, en el mejor de los casos, o cómplices de la delincuencia. Esa sobreexposición mediática constituye uno de los modos de multiplicar la sujeción social y de contrarrestar cualquier proyecto de transformación de un sistema de injusticias que es la base de la anomia y la violencia, apuntando a consolidar una sociedad fragmentada, atravesada por el prejuicio, angustiada por el miedo y disponible para políticas de coerción que cuajan perfectamente con el odio de clase y la lógica racista tan al alcance de la mano cuando lo que domina socialmente es el miedo”
¿Puede alguien sorprenderse que para algunos tucumanos el "Malevo" Ferreyra se convirtiera en un héroe de la lucha contra la inseguridad? Un hombre bestial, violento, descontrolado y bastante ignorante como encarnación de la “mano dura”. Una suerte de pacto oscuro de “los ciudadanos intachables” con un “Dios bizarro” que actúe con efectividad para defenderlos de la inseguridad, ante la pasividad del gobierno y la justicia. ¿El lado oscuro de la fuerza?
En una imperdible crónica periodística, mi amigo Javier Noguera describe al personaje:
“Durante los años del Proceso, fanfarrón y temerario hasta lo insensato, se sumó gustoso a los grupos paramilitares. Por eso se lo iba a juzgar ahora, cuando decidió terminar la cosa en su ley, apretando por última vez el gatillo, su viejo amigo. Se mató atrincherado en el tanque de agua de su modesta casa, resistiendo el allanamiento de los gendarmes que venían a buscarlo. Todos esperaban un show mediático menor, con gritos, insultos y empujones; pero terminaron en estado de shock, con la sangre helada por el horror. Era inevitable. Tenía que pasar en Tucumán, la tierra de la desmesura. Y en vivo por Crónica TV, claro.”
“Bienvenidos –les había dicho a los periodistas de Crónica TV–, porque van a trasmitir algo que es real.” Segundos después, se disparó un tiro en la sien. Las cámaras no dejaron de registrar la imagen del cuerpo sangrando sin cesar, así como tampoco la cronista dejó de relatar lo que sucedía a cada instante, dando nacimiento a un video que el canal de noticias porteño ya considera un “documento histórico” y que promete generar un debate sobre la ética en la profesión periodística.
Pintan de cuerpo entero al personaje, las declaraciones del "malevo" acerca de los desaparecidos por la dictadura militar: “Cobran $ 250.000 por cada preso por los desaparecidos”. Incluso dijo que tenía datos certeros de este accionar. “Sé de un tipo que se murió pescando, y lo hicieron aparecer como que lo habían desaparecido los militares, y cobraron”, afirmó.
Con toda lógica, en 1996 el ex gobernador genocida Antonio Bussi, al reducir su pena de prisión, afirmó: “Ferreyra es un hombre de ley que se excedió”. Se sentía identificado. El lado oscuro de muchos tucumanos (y argentinos) también.
3 comentarios:
hola.. gracias por el comentario... tu blog tambien esta muy buieno, me gusto el de macri.. y por lo q veo somos del mismo palo.. jaja.. un saludo grande!!
Sería justo que los que postean la nota sobre el malevo bajo la supuesta autoría de Javier Noguera expliquen que javier sólo reproduce un mail con una nota de Hugo Asch, actual Prosecretario de redacción del diario Perfil.
Gracias
Es cierto. Si bien el propio Javier Noguera lo aclara al comenzar su post, yo y otros nos confundimos y creímos que parte de la nota era de Javier.
De todos modos, Javier lo aclara al finalizar los comentarios laudatorios sobre su nota, no te preocupes.
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