Les dejo esta nota para que vean que diferentes son las cosas que se discuten (y se hacen) más allá de Recoleta, Palermo y Belgrano. Y es que, de pronto, gracias al poder de los grandes medios, estamos todos discutiendo sobre unos cuantos garcas que quieren comprar dólares y no pagar impuestos. En el resto del país, la mayoría de la gente vive en otro mundo y, por suerte, el estado está ocupado de solucionarles sus problemas.
El diario La Gaceta (difícil tildarlo de oficialista) publica hoy esta nota sobre la educación pública en Tucumán:
"... son casi 40 escuelas secundarias denominados de Nuevo Formato, cuya organización institucional y curricular es diferente a la escuela tradicional.... desde 2010, año de su creación, los locales se multiplican en barrios y zonas socio-económicamente vulnerables.
"Me costaba aprender, y aquí toda me parece más fácil porque los docentes son más claros, nos hacen entender los temas", dice Natalia (16). "Tenemos seminarios, talleres y actividades fuera del aula, y nos gusta esa forma de enseñar", agregaYanina (16).
"Lo novedoso para nosotros es que aprendemos Filosofía; eso está muy bueno porque podemos opinar, debatimos temas que nos interesan a todos", añade Noelia.
Rostros que van y vienen, pero que tienen nombres. Otra particularidad de este tipo de escuelas: los docentes y todo el personal llaman a los alumnos por su nombre. "Hola Manolo", le dice Lucero a un chico de 18 años que la besa como todos los días antes de ingresar aula. Hay un vínculo especial con cada uno de ellos. Y los chicos lo saben y lo viven.
"Manolo podría estar -por la edad- en una escuela para adultos. "El llegó aquí a los 16 odiando al mundo, muy agresivo, con muy mala conducta, apenas leía y escribía, como la mayoría. Vio a su padre suicidarse. La madre nos pidió ayuda. Y aquí está, cursa el 5° año y no falta nunca", detallan de él, con orgullo. Al igual que respecto de Gimena (19), que casi abandona la escuela. Alfredo, un personaje tierno y comprador, es uno de los locutores de la radio abierta. Líder nato, pasó por graves problemas de adicción. Cuando ingresó, apenas sabía escribir.
Hoy, su performance lo enorgullece. "Si veo peleas, me da como pena, no quiero que la escuela tenga mala fama", le dice a LA GACETA. Cuenta que trabaja en un carro haciendo changas, cocina y mantiene a su familia. "pero no falto nunca", asegura.
Más de 1.000 estudiantes se van recuperando para la vida en estas nuevas escuelas".
¿Difícil que estos chicos se transformen en cacerolos porteños no?
Una vez lo charlamos con Diego Gvirtz (que se mostraba de acuerdo): hay que mostrar más estas cosas en los grandes medios. Debemos abandonar la estética TN.
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