En una muy interesante nota, Alfredo Zaiat reflexiona sobre “la institucionalidad”. Arranca así:
“En 1974, en un marco de tensión por la censura previa y presiones para cambiar letras y títulos de canciones, Sui Generis presentó el tercero de sus discos: Pequeñas anécdotas sobre las instituciones. Eran años donde se cuestionaba a las organizaciones tradicionales y represivas de la sociedad, desde la propia familia hasta las estructuras conservadoras del poder. Esas banderas de rebeldía habían sido apropiadas por jóvenes y fuerzas políticas que aspiraban a cambiar la sociedad. Para ellos, hablar de instituciones significaba el proyecto de cambiarlas con el objetivo de transformarlas en instrumentos de liberación individual y, fundamentalmente, de alteración del orden político-económico. Más de treinta años han pasado desde ese tiempo de convulsiones sociales y de desafío a las instituciones, en un derrotero político que ha implicado una reformulación de los estudios de ese tema complejo. También en ese período se ha producido un retroceso en la batalla cultural donde las ideas conservadoras se han naturalizado registrando una notable penetración hasta en sectores insospechados. En particular en el abordaje de la cuestión económica, aunque también en ámbitos de la ciencia política. En los últimos años, cierta intelectualidad, grupos políticos y especialistas enrolados en el pensamiento heterodoxo o crítico han concentrado su atención en aspectos vinculados con lo que hoy ha instalado la corriente dominante como “la institucionalidad”.
Espero no pecar de soberbio si les digo que hace casi dos años anticipé y expliqué en este blog el neoinstitucionalismo que vendría. Afirmaba en ese post:
“No debe perderse de vista que hoy cierto sector de la prensa, economistas neoliberales y juristas conservadores se alinean como neoinstitucionalistas no sólo para defender sus convicciones ideológicas sino también sus intereses.
Así, a lo largo de casi cinco décadas pasaron por Argentina 21 presidentes (muchos de ellos dictadores con condenas por genocidio), 47 ministros de economía, el dólar se disparó diez billones por ciento respecto de las sucesivas monedas locales y la deuda pública creció al menos diez veces. En ese período, se firmaron 21 acuerdos con el FMI. Sin embargo, diarios como
Como decía Alberdi: “La prensa como elemento y poder político, engendra aspiraciones lo mismo que la espada”
Si no le creen a Juan Bautista Alberdi, miren este video y escuchen con atención a Victor Hugo Morales:
Les dejo este fragmento final de Alfredo Zaiat:
“El poder económico ha logrado instalar la idea de “institucionalidad” y su carencia en el presente período político. Esta característica merece traducirse porque incluso el actual gobierno comenzó su gestión hablando de que iba a satisfacer esa demanda. A esta altura resulta evidente que para el establishment no la ha cumplido, insatisfacción que lo resume en ese reclamo insistente respecto de la necesidad de definir “reglas de juego muy claras para el sector privado” o en la exigencia de mejorar “la calidad de la institucionalidad”. En esa concepción, por ejemplo, el fin del negocio especulativo con el aporte previsional de los trabajadores por parte de las AFJP ha sido una violación a la institucionalidad. No evaluaban de la misma manera cuando el nacimiento de las Administradoras arrasó con la sustentabilidad de la anterior institucionalidad del régimen previsional público.
El chileno Iván Vergara señala que “se trata de una retórica que apoya la afirmación del orden establecido como el único viable o el mejor de todos los mundos posibles”. Antropólogo y doctor en Sociología, este especialista afirma que esa noción conservadora de instituciones acentúa el carácter de tradición, de permanencia y su “trascendencia” respecto de los individuos, basando su argumentación en términos de lo concreto y lo práctico.
Sin embargo, esas ideas no dan cuenta de la complejidad de la sociedad contemporánea, sus transformaciones y sus problemas. Y las corrientes reunidas en el arco de la centroizquierda deberían eludir ese sentido común conservador denominado “institucionalidad”. Su desafío no es menor porque al tiempo de cuestionarla debe buscar su transformación en el marco democrático, aspecto esencial que en décadas pasadas fue minimizado. Al respecto, Iván Vergara apunta que “las alternativas no se reducen a la aceptación del statu quo ni a su rechazo global. Tampoco pueden ser comprendidas como una opción entre el antiinstitucionalismo y la defensa de las instituciones vigentes”. “Se trata, entonces, de elaborar una concepción capaz de contribuir decisivamente a la comprensión de las instituciones en vías a su transformación democrática, no a su eliminación”, concluye. En un proceso complejo, donde en algunas áreas se ha avanzado en transformaciones y en otras se han mantenido estructuras inalteradas, el debate sobre una “nueva” institucionalidad tiene que apuntar a crearla en función de la defensa del interés de las mayorías sin caer en las trampas discursivas del establishment”
Mi post de febrero de 2008 culminaba así:
Creo que los próximos años en nuestro país y Latinoamérica estarán marcados por este debate que ya lograron imponer en algunos sectores medios – altos de la población"
¡Qué triste es perder batallas culturales por no saber dar la pelea a tiempo!
Ahora es más difícil:
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