Necesario antecedente: el NEOLIBERALISMO:
El neoliberalismo parte de una serie de supuestos sencillos e indiscutibles derivados de una idea básica: las sociedades pueden alcanzar el desarrollo a través de la libre competencia entre los individuos, concebidos como seres racionales, astutos, informados y egoístas.
Basados en este credo simplista elevado a la categoría de cuasireligión, los expertos economistas ultraortodoxos defendieron, en los últimos 30 años, un conjunto de intereses bien definidos: inventores de la “ tablita” en los 70, responsables de la política económica de los 90 (achicamiento del Estado, desregulación, apertura económica, control de la emisión, independencia de la autoridad monetaria y flexibilización de la legislación laboral) , creadores del corralito, defensores de los intereses de los bancos y las privatizadas, intérpretes privilegiados de las demandas de los organismos internacionales y, ya en 2002, pronosticadores de una inflación devastadora y un dólar por las nubes que nunca llegaron.
Señala Guillermo O’Donnell, profesor de ciencia política de la Universidad de Notre Dame, que “sus representantes ocuparon casi monopólicamente y por largos años, la escena pública, por cierto que con gran ayuda de los medios de comunicación masiva. Ellos elaboraron, con sus recetas, el sentido común de la política económica de fines del siglo pasado. Y atrás de la economía, también formularon los corolarios que llevaron, entre otras cosas, al desmantelamiento del Estado y de las políticas sociales, y al “mal necesario y transitorio” del empobrecimiento y el desempleo masivos. En otras palabras, estos “economistas” fueron los intelectuales orgánicos de un período particularmente desgraciado de nuestra historia”
La vuelta de tuerca: el NEOINSTITUCIONALISMO:
A raíz del impacto negativo de las políticas neoliberales a nivel internacional y de las crecientes críticas a esas políticas por los más amplios sectores políticos y sociales, desde finales de la década de los ochenta, pero sobre todo en los noventa empezaron a cobrar fuerza las concepciones del neoinstitucionalismo (o del “nuevo institucionalismo”). Dicha corriente ganó inicialmente un espacio de la mayor importancia en el ámbito académico norteamericano con los trabajos del profesor Douglass North y de manera muy rápida se empezó a difundir internacionalmente sobre todo en la periferia capitalista.
De ese escenario académico inicial, su influencia se extendió al diseño de la política pública y a su promoción y difusión por parte de las agencias del capital financiero internacional, en especial del Banco Mundial, que lo adoptó como sustento teórico para la formulación de sus propuestas (imposiciones) de política en los países de la periferia capitalista. Ello es evidente, por ejemplo, en el "Informe sobre el desarrollo mundial 1997. El Estado en un mundo en transformación" del Banco Mundial.
El neoinstitucionalismo postula que las instituciones correctas generan resultados correctos y que la clave consiste entonces en copiar las de los países desarrollados. La única función de las instituciones políticas consiste en dejar que la economía funcione adecuadamente. Es decir, el problema del capitalismo no es su naturaleza de dominación y de explotación, sino la existencia de reglas de juego inadecuadas (instituciones inadecuadas), o la carencia de reglas de juego (instituciones).
La abierta defensa del capitalismo del libre mercado puede ahora matizarse con propuestas de política que atienden a la “institucionalidad histórico concreta”. El discurso puramente económico (el que realmente interesa) aparece ahora revestido de consideraciones jurídicas, sociológicas, políticas y hasta culturales (tradición, patrimonio histórico). ¡En algunos casos se introduce incluso el análisis clasista de claro desprecio hacia las mayorías populares!
Jacques Sapir, Director de la Escuela de Altos Estudios en Ciencias Sociales de París (en su libro Economistas contra la Democracia, Ediciones B, 2004), sostiene que “el pensamiento neoliberal cae así en una fetichización de las normas y las instituciones, concebidas como la expresión de una ley natural, inmanente al comportamiento humano, y no como una construcción negociada entre personas (y por lo tanto política)”
Señala José Natanson en su extraordinario libro "Buenos Muchachos" que: “convencidos de los peligros del “exceso de democracia”, los talibanes del mercado recomendaban diferentes mecanismos para reducir la participación popular y la influencia de los políticos, reclamando que la autoridad política debía autolimitarse, por ejemplo comprometiéndose por ley a mantener el tipo de cambio (convertibilidad) o cediendo voluntariamente a un “grupo de expertos” ciertos instrumentos de política monetaria: una forma de hacerlo, muy reclamada por los organismos internacionales, es consagrar la autarquía del Banco Central, aceptada por Argentina en 1991.
En el año 2002, cuando parecía imposible controlar las variables económicas enloquecidas, Jorge Ávila defendía la dolarización con el argumento de que se trataba de una receta “a prueba de gobiernos irresponsables”. Carlos Melconián proponía reformas “abrochadas a prueba de hombres” y Manuel Solanet sostenía que la clave pasaba por “acabar con las demagogias y las convocatorias a llenar la Plaza de Mayo”. Más directo, Carlos Rodríguez (el economista presidente y cerebro del CEMA) dijo que “la convertibilidad falló porque sobraron los políticos” y reclamó el cierre del Senado.
¿Adivinen dónde militan hoy todos ellos? Sí: son furibundos neoinstitucionalistas y hablan de hegemonía, presidencialismo, avasallamiento contra las cláusulas “pétreas” de la Constitución y ausencia de reglas claras como los males de la república. Los peligros del “exceso de democracia y de política” se combaten ahora apelando a la tan mentada calidad institucional. Bienvenidos a este nuevo tipo de cinismo en política.
¿Qué pasa si comparamos?
El periodista Mario Wainfeld lo dice claramente: “Las polémicas políticas en la Argentina acostumbran ser una rama seca de una ética (o una religión) inconfesa y fundamentalista. Se señalan males bíblicos (“hegemonías”, “ansias de poder”, “presidencialismo”), se los condena a divinis sin juicio previo, se denuncia inquisitorialmente su existencia. Escasean las lecturas funcionales, las miradas al mundo de lo real, la ojeada comparativa a otros países. La frase de taxista “esto sólo pasa en la Argentina” es también fatigada por formadores de opinión y de académicos, sin tomarse la molestia de mirar por arriba de la cerca”
Justamente eso es lo que hace el italiano Gianfranco Pasquino en su libro “Los Poderes de los Jefes de Gobierno”. Allí analiza, sobre la base de comparar datos reales, cuál es el lugar del Ejecutivo y cuál el del Legislativo en las grandes líneas de los gobiernos del primer mundo. Se toma la molestia de auditar cuántas leyes son iniciativa de los parlamentarios y cuantas de los jefes de gobierno en los regímenes parlamentarios. Y sí: resulta que en todos los casos la inmensa mayoría de las normas surge del ala ejecutiva. Esa circunstancia que en Argentina hoy levanta polvaredas de discusiones baladíes, es obvia en países tomados como modelo. Según el relevamiento de Pasquino (página 68) el porcentaje de leyes aprobadas por el Parlamento a instancias del gobierno es del 92 por ciento en España, del 94 por ciento en Gran Bretaña, del 81 por ciento en Francia. Suecia, un régimen recontramentado como modelo, llega a una marca del 96 por ciento.
El rol de la prensa:
El papel que juega cierta prensa para otorgarle visibilidad al discurso de los neoinstitucionalistas y, en muchos casos, para asumirlo gozosamente como propio, es central. Como lo fue para regalarle durante casi 30 años la escena pública a los economistas neoliberales.
Lo decía con claridad Juan Bautista Alberdi: “Hablar de la prensa es hablar de la política, del gobierno, de la vida misma de la República Argentina, pues la prensa es su expresión, su agente, su órgano”
Para no hablar en abstracto nada mejor que algunos ejemplos:
El diario La Nación denuncia el presidencialismo en su máximo esplendor.
Al poco tiempo, su hija dilecta, el diario La Gaceta de Tucumán, hizo gala de su originalidad señalando: El presidencialismo se acentúa en Tucumán . En dicho artículo se cita a uno de los ponentes en el encuentro de profesores de Derecho Constitucional de Paraná, al constitucionalista Calogero Pizzolo, quien cuestiona la reciente reforma de la Constitución tucumana que prohijara el genocida Bussi allá por el año 1990. Precisamente el mencionado Pizzolo resulta un interesante ejemplo de neoinstitucionalista fundamentalista. Como el pez por la boca muere, nada mejor que acudir a su artículo "Populismo y rupturas constitucionales", donde ya en el resumen se nota su veta clasista y de absoluto desprecio por las mayorías populares, cuando señala: “la reforma de los textos constitucionales de Venezuela y Ecuador se hace apelando directamente a la voluntad popular con indiferencia de los mecanismos de reforma constitucional previstos”¿Qué dirá Pizzolo ahora que esa misma “voluntad popular” que desprecia fue la que le dijo que no a la reforma de la Constitución Bolivariana?
No debe perderse de vista que hoy cierto sector de la prensa, economistas neoliberales y juristas conservadores se alinean como neoinstitucionalistas no sólo para defender sus convicciones ideológicas sino también sus intereses.
Así, a lo largo de casi cinco décadas pasaron por Argentina 21 presidentes (muchos de ellos dictadores con condenas por genocidio), 47 ministros de economía, el dólar se disparó diez billones por ciento respecto de las sucesivas monedas locales y la deuda pública creció al menos diez veces. En ese período, se firmaron 21 acuerdos con el FMI. Sin embargo, diarios como La Nación y La Gaceta nunca denunciaron la falta de calidad institucional, ni hegemonías ni hiperpresidencialismos.
Como decía Alberdi: “La prensa como elemento y poder político, engendra aspiraciones lo mismo que la espada”
Institucionalismo o barbarie:
El militante tucumano neoinstitucionalista (generalmente abogado o similar) conoce dos formas de actuación política: 1) en tribunales planteando todo tipo de demandas judiciales contra el Poder Ejecutivo o 2) como ocasional “escritor” de columnas periodísticas desde donde se dedica a convertir en fetiches las normas e instituciones en la misma línea que los periodistas “estrellas” de tales medios. Luego se reúnen en bares a practicar el onanismo intelectual y aprovechan para retroalimentarse. Después de todo ese “desgaste”, generalmente obtienen el 1 % en las elecciones y salen a denunciar que los derrotó el clientelismo político, haciendo gala de sus intereses de clase y desprecio y subestimación hacia las mayorías populares.
Cuando obtienen una victoria judicial con jueces de idéntica convicción ideológica e intereses, llegan a la cumbre del éxtasis. Se excitan por la batalla ganada y reproducen todas las conductas anteriores pero con un marcado barniz de transparencia en sus plumas y comportamientos: se muestran cargados de odio y resentimientos.
Si el siglo XIX estuvo marcado en nuestro país por la falsa opción entre “civilización o barbarie”, ahora el neoinstitucionalismo propugna, en los hechos, la discusión entre “institucionalismo o barbarie” y propagan el odio hacia el caudillo que basa su poder y su “hegemonía” en un “sistema clientelista de mayorías compradas”. Son proclives a regocijarse con eufemismos del tipo: “democracia bolsonera o de planes sociales” o “democracia pavimentadora”. Cinismos bajo los cuales refulge el condimento perversamente clasista de este neoinstitucionalismo.
Juan B. Alberdi (a quien tanto gustan de invocar los neoinstitucionalistas tucumanos) quizás les contestaría hoy como en su momento le contestó a Sarmiento: “El día que creáis lícito destruir, suprimir al gaucho porque no piensa como vos, escribís vuestra propia sentencia de exterminio y renováis el sistema de Rosas. La igualdad en nosotros es más antigua que el 25 de mayo. Si tenemos derecho para suprimir al caudillo y sus secuaces porque no piensan como nosotros, ellos le invocarán mañana para suprimirnos a nosotros porque no pensamos como ellos”
Necesario debate ideológico:
Este ensayo e investigación tiene el objetivo de convertirse en disparador intelectual y, al mismo tiempo, en herramienta que sirva de base para dar la batalla ideológica a esta corriente neoinstitucionalista. No debemos subestimarlos. Representan poderosos y tradicionales intereses de clase: núcleos duros de pensamiento neoliberal y conservador.
Creo que los próximos años en nuestro país y Latinoamérica estarán marcados por este debate que ya lograron imponer en algunos sectores medios – altos de la población. Hay que desenmascararlos ahora, antes de que Jacques Sapir se vea obligado a escribir un segundo tomo de su obra “Economistas contra la democracia” y que ahora, necesariamente, debería titularse “Juristas contra la democracia”.
9 comentarios:
Felicitaciones por el blog. Me parece excelente que nuestros gobernantes empiecen a utilizar este tipo de herramientas.
Dicho esto, debo decir que disiento totalmente con usted: En Argentina jamás se implantó el liberalismo. Martinez de Hoz y Menem no son exponentes del liberalismo, del mismo modo en que Julio de Vido no es exponente del progresismo.
En el mundo funcionan tanto regímenes liberales como progresistas, que ninguno haya funcionado en nuestro país se debe más a nuestra paupérrima clase dirigente que a algún defecto intrínseco en esos sistemas.
También me parece desafortunada la comparación que usted realiza entre las iniciativa parlamentaria en Argentina y otros países ("notmales"). Olvida usted que dos son las funciones de los parlamentos, sancionar leyes y controlar a los otros dos poderes. Es en esta segunda función donde fracasan tanto el congreso de la nación como la legislatura provincial: ambos cuerpos están hoy completamente postrados.
¿La solución? En primer lugar creo que debemos evitar cometer los mismos errores que otras generaciones. Cuándo finalmente termine la era Kirchner-Alperovich - y le aseguró que eso sucederá - debemos tratar de salvar lo bueno (una eficaz administración) y corregir lo malo (su poco apego a las instituciones).
De otra forma habremos fracasado una nueva vez.
Gracias por las felicitaciones Francisco. En cuanto al disenso, a mí me encanta debatir, creo que la discusión enriquece siempre.
Observá una contradicción de tu razonamiento: primero me dices que en Argentina jamás se implantó el liberalismo. En el siguiente párrafo me dices que el liberalismo no funcionó en nuestro país por culpa de la clase dirigente y no del sistema. Casi el mismo razonamiento de neoliberales como Avila, Melconian y Carlos Rodriguez que cito en el artículo.
Por lo demás, yo nunca hablé de liberales sino de neoliberales.
En cuanto a si Martinez de Hoz o Menem son o no liberales, simplemente te describo la clase dirigente que se incorporó con cada uno de ellos. Con Martinez de Hoz llegaron por primera vez al poder todos los economistas formados en Chicago por Milton Friedman (quien no es precisamente un keynesiano), a saber: López Murphy en la Dirección de Investigaciones Económicas y análisis fiscal, Carlos Rodriguez como asesor del Banco Central junto a Roque Fernandez y Pedro Pou, Solanet primero como Secretario técnico del instituto de técnico de planificación económica y luego como secretario de hacienda, entre otros. Con Menem podría escribir un libro pero te cito un sólo caso: el jefe del liberalismo argentino por décadas el capitán ingeniero Alvaro Alsogaray llegó a decir que Menem hizo todo lo que él hubiera querido hacer e incorporó al gobierno a su hijita María Julia, a Adelina D'Alesio de Viola, a Albamonte, etc.
En cuanto a si terminará la era Kirchner - Alperovich, coincido con vos: terminará. Pero lo lindo es que lo decidirá la voluntad popular, ¿o no?
Se me ocurre que usted ve una contradicción donde no la hay: cierto, acá muchos se califican como liberales cuando en realidad no lo eran (basta ver las posturas de Lopez Murphy en temas no económicos).
Y lo mismo se puede predicar del resto de los supuestos neo-liberales. Así, independientemente de la opinión del Ing. Alsogaray, el "modelo" acabó, entre otros errores, por un excesivo gasto público. Un estado "grande" es el primer paso para un estado policial y ningún liberal puede estar de acuerdo con eso.
Por eso sostengo que jamás se implantó dicho régimen en este país aunque algunos tomaron parte de sus ideas.
Lo mismo pasa con los supuestos "progres". Cristina asumió diciendo que no iba a ser garante de la renta de los empresarios y, sus primeras medidas, fueron todas a favor de empresarios amigos.
Ahora, volviendo al tema de su artículo, me parecen peligrosas sus ideas respecto a todos aquellos que se "oponen" a la voluntad popular.
Se me ocurre que no reflexionó que en un régimen democrático debe existir ese respeto por las "reglas de juegos" y por los derechos de los perdedores (aún de aquellos que solo sacan 1% de los votos). Si el ganador puede disponer de la vida, la propiedad y las libertades de la minoría fundamentándose en que obtuvo tal o cual caudal de votos, entonces no hay convivencia posible.
Lo que necesitamos es lideres que, defendiendo los intereses de sus votantes, construyan un país donde todos (incluyendo sus opositores) puedan vivir.
Y para ello lo necesitamos a usted y a otros dirigentes jóvenes. Espero que cuando le toque su oportunidad (el problema en este país es que los que están nunca se van), sepa aprovecharla.
Me alegra que te engancharas en la discusión y creo que corresponde como "dueño de casa" dejarte la última palabra. Una sola salvedad Francisco: el respeto por la voluntad popular y el respeto por las minorías no son excluyentes una de la otra.Francamente no creo que nadie actualmente esté disponiendo de la vida, las propiedades y las libertades de los demás: no tengo noticias de habeas corpus ni amparos presentados en ese sentido.
Dice que me deja la última palabra pero como suma astucia no lo hace. Las retenciones avanzan sobre la propiedad como así también las restricciones a la exportación y, en cuanto a las libertades, el cierre de boliches a las 4 A.M, es un claro ejemplo.
Ahora si me quedo con la última palabra. Pese a las observaciones, el artículo es muy interesante, sino por otra cosa por el hecho de que es la primera vez que escucho hablar del Neo-institucionalismo. P
Dr. Jarma:
Soy Javier González, y tengo 16 años. A mi edad, le confieso, es realmente un gusto saber que los funcionarios de esta provincia están comenzando a utilizar la blogsfera para intentar llega cada vez más y de manera mas eficiente a la comunidad toda. Es en este mismo espacio, Doctor, donde deseo felicitarlo por dedicar su tiempo libre quizás, a debatir con personas comunes, que nada tienen que ver con el espectro político actual.
Respecto al texto, es la segunda vez que leo el término “neoinstitucionalismo”. La primera fue en este sitio, http://www.espaciocritico.com/articulos/je-a11.htm ; muy similar, de hecho, a los argumentos que usted esgrime.
Debo decirle, sin embargo, que no coincido con muchos los puntos que desarrolló en el artículo,
En primer lugar, el problema del “militante tucumano neoinstitucionalista” radica, al igual que en el capitalismo, en la existencia de reglas de juego inadecuadas, o bien en la inexistencia de reglas de juego. No obstante, cierto es que la oposición no es tal en Tucumán, pues se ha convertido por acción u omisión, en nada más que una mera opción.
A lo largo de su mandato, el actual gobernador dio acabadas muestras de gestión eficiente, marcando una impronta distinta a las anteriores. Tarea esta que, por cierto, no fue nada sencilla, máxime si se tiene en cuenta que en esta provincia aún repercutían aquellos alaridos de 2001 que al unísono propugnaban el “Que se vayan todos”.
Ahora bien, esa eficaz forma (por muchos resultados) de gobernar, nunca fue de la mano de la institucionalidad. Y como para muestra basta un botón, veamos el caso de la seguridad (ahora inseguridad):
Desde el inicio del primer mandato de José Alperovich a la fecha, se han adquirido patrulleros como nunca antes se lo había hecho, se han destinado importantes presupuestos para la compra de insumos y equipamientos, se han incorporado cientos y cientos de agentes para “servir a la comunidad”. Pese a ello, la presencia de instituciones políticas debilitadas como la legislatura anterior y la actual (han cambiado solamente detalles), y los sistemas legales obsoletos imperantes, ha impedido que eso se traduzca en la tan mentada seguridad.
La ausencia de un parlamento independiente, por ejemplo, hizo que se deje de interpelar a uno de los ministros responsables de la inseguridad reinante en la provincia, como Pablo Baillo, y se lo haga recién con su sucesor (a los 10 días de haber asumidos el cargo) Mario López Herrera.
El desprecio de este gobierno para con el orden jurídico e institucional posibilitó además el retiro arbitrario, utilizando una ley ya derogada, de decenas de oficiales capactidados de las filas policiales allá por 2005. Algunos, incluso, sin haber cumplido los años de servicio que por ley corresponden. Y fue en diciembre de ese mismo año que esos mismos comisarios mediante solicitada advertían: “Ya sabrá la comunidad lo que sucede en el área de seguridad”.
Este hecho había suscitado preocupación en algunos otrora dirigentes opositores como Carlos Cannevaro, quien se presentaba en Casa de Gobierno solicitando la pronta reincorporación de dichos oficiales. Pero violando abiertamente el contrato de representatividad que sus representados le habían expedido, el legislador se muestra, tiempo después y sin rubores, como fiel seguidor del gobernador. Acá, cuanto menos, hay un singular desconocimiento de las minorías.
Más tarde llegó el turno de los ascensos policiales de 2006. Semanas antes de firmarlos, el gobernador José Alperovich recibió un oficio por parte de la fiscal Adriana Reynoso Cuello donde le informaba el personal policial que registraba causas penales en mesa de entrada y que, en cumplimiento de la ley, no debía ser ascendido. Sin embargo, dos de los oficiales que figuraban en esa lista no tuvieron ningún tipo de inconvenientes para ascender al grado inmediato superior mediante un decreto que llevaba la rúbrica del gobernador.
¿Pero Cómo, no son acaso los fiscales los representantes de los intereses de la sociedad? En este caso, entonces, el ejecutivo al hacer caso omiso a la autoridad de una fiscal, no desprecio a una minoría ni a una mayoría, sino que desconoció, lisa y llanamente, un mandato de la sociedad toda. ¿Coincidimos?.
“Por lo tanto, las consideraciones de la persona inteligente siempre incluyen el beneficio y el daño. Cuando considera el beneficio, su acción se expande; Cuando considera el daño, sus problemas pueden resolverse”. Por ende, si el gabinete Alperovichista hubiera leído y obrado en consecuencia a lo que manifiesta Sun Tzu en el Arte de la Guerra, sin dudas que muchos daños se hubieran evitado; porque la condena muy pocas repara los perjuicios, la prevención, en cambio, los evita.
El desdén de este gobierno para con las normativas vigentes paso por alto los ascensos no sólo ilegítimos, sino también ilegales de los actuales jefe y subjefe de policía. ¿Por Qué? Porque ninguna Junta de Calificaciones se había reunido previamente a tal efecto.
Empero, ¿escuchó alguna vez esto usted por Tv Prensa; o por “Los primeros”; o por “A las Siete”? Tampoco creo que lo haya leído en La Gaceta, ni que lo hayan comentado en LV12. Entonces, ¿A qué discurso adhiere la prensa local?¿Al neoinstitucional o al anti-institucional?.
La gestión de Alperovich no solo es diferente, también parece. Ser y Parecer, a ese dicho contribuyen infaliblemente los diversos medios de comunicación afines al gobierno, mostrando la imagen de un gobernador que está en varios lados, cuando quizás ni siquiera está en uno solo.
La hemegonía de la que se habla en Tucumán no es bajo ningún punto de vista un argumento “baladí”. No interesa, tampoco, si a las leyes sancionadas las elaboran el poder legislativo o el ejecutivo. Importa si, que la firma de una persona se deje de colocar por encima de un poder con el vil argumento de “necesidad y urgencia”.
Y para que esto ocurra, evidentemente, falta demasiado.
Mientras tanto, el caudillismo tucumano sigue hiriendo de muerte a la república, de la misma manera que los delincuentes, con total impunidad, lo hacen con las vidas humanas en una gestión que, a decir verdad, podría ser la mejor de todas.
Saludos.
JAVIER E. GONZALEZ
jaedgo_jeg@hotmail.com
http://tucumanindependiente.blogspot.com
www.espejodetucuman.com.ar
Gracias Javier por tu comentario y tus aportes. Coincidimos en que herramientas como esta son importantes para establecer nuevos canales de debate y participación.
En cuanto a la política de ascensos en la policía, son los sucesivos Ministros de Seguridad y Jefes de Policía los que deciden, y si se equivocan lo pagan con sus cargos. De hecho el ex Ministro de Seguridad Pablo Baillo no se fue de la mejor manera del Ejecutivo Provincial.
En esa línea de razonamiento, no me corresponde a mí opinar ni mucho menos defender a Ministros de Seguridad y Jefes de Policía.
En cuanto a la existencia de una "hegemonía" en Tucumán me bastaría con remitirme a lo dicho en el artículo. Sin embargo, nunca suele resultar acertada la construcción de silogismos con el argumento de "para muestra basta un botón". Utilizando el mismo razonamiento yo podría decirte que si en el curso de una semana hay jueces que fallan en contra del Poder Ejecutivo por los artículos cuestionados de la Constitución provincial y otros piden nada menos que el juicio político del gobernador por una causa en la que el Gobernador había denunciado la existencia de ñoquis en la legislatura, ¿de qué hegemonía puede hablarse?
Sólo la difusión de nuestras ideas en el inmenso espacio público que nos da Internet es una ventaja que tenemos los contemporaneos sobre cualquier hombre de la historia pasada. Ponearlas además a consideración de todos para que aporten sus puntos de vista, es aún más interesante. Como ya le dije amigo, me gustó mucho el artículo y sirve de disparador para un necesario debate ideológico, en el marco de respeto y tolerancia que se hace en este espacio.
me alegra ver que alguien este interesado en este tema, como el muchacho de 16 años, tengo 19 años y me costo solo un poco de trabajo de llevarle el paso.
En cuanto al texto estoy totalmente de acuerdo de que el desarrollo se encuentra en el mercado,las sociedades pueden alcanzar el desarrollo a través de la libre competencia entre los individuos, concebidos como seres racionales, astutos, informados y qunque no lo nqueramos admitir, un tanto egoista, ya que siempre el empresario querra conservar sus ganancias, y haria lo que fuera para conservarlos
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