miércoles, 21 de mayo de 2008

CONJURO ESOTÉRICO

Cualquier enciclopedia nos dice: Al fuego se le atribuyen elementos mágicos y junto al sol nuestros ancestros lo consideraban sagrado, lo mismo al aire y el agua a cuyos elementos le rendían culto y veneración equiparándolo con la Majestad Divina que no puede tocarse, pero que deja sentir sus efectos, bien o mal, sobre los humanos.
A su alrededor muchos mitos se han tejido, el que más se conoce tiene relación con el carro solar conducido por Faetón y el de Prometeo, que según la fascinante mitología griega robó el fuego a los dioses recibiendo de ellos el peor de los castigos y lo que relata la Biblia sobre el cordón de fuego que detuvo al ejercito del Faraón cuando Moisés conducía a su pueblo a la tierra prometida


En la Edad Media las brujas ardían en las hogueras y las religiones hasta nuestros días siguen hablando del FUEGO ETERNO, que no es más que la advertencia para controlar el libre albedrío con el que Dios nos envío al mundo luego de la desobediencia de nuestros primeros padres.


Un editorial de ayer del diario "La Nación" logró superar a nuestros ancestros (el hombre primitivo) en su devoción por la magia, lo simbólico y el misticismo más ordinario:

"Desde el fin del estío, el país se ha visto asediado por inusitados fenómenos, algunos de origen natural y otros provocados por la acción humana, que originaron graves accidentes y malestar general.

Como si se tratara de una súbita sucesión de plagas, primero fue la niebla, que cubrió las rutas en el comienzo del otoño; luego, el fuego de los pastizales, que se extendió en las islas del delta paranaense, oscureció el cielo, impidió la visión del tránsito en los caminos y afectó los ojos y la respiración de muchos y, finalmente, las cenizas volcánicas que despide el Chaitén en el sur cordillerano, con perjuicios muy serios para las poblaciones de la Argentina y de Chile.

Cada uno de estos asedios tuvo sus efectos destructivos que empezaron por los choques automovilísticos en cadena de los días de marzo, a causa de la mala visibilidad, sumados a la irresponsabilidad o a la demora en suspender el tránsito en caminos en que era desaconsejable circular. Por una razón u otra, el país se estremeció al tomar noticia del número de víctimas y personas afectadas.

De cada uno de los fenómenos que nos abrumaron se aguardó que la naturaleza les pusiera fin, por medio de lluvias o cambios en la dirección del viento, porque sus dimensiones sobrepasaron la acción humana o porque las autoridades demoraron en reaccionar. En esos sucesos, el público ha ido aceptando desgracias e inconvenientes como infortunios determinados por causas muy precisas. Por ejemplo, la niebla se suele explicar como un efecto provocado por las nubes bajas que tocan la tierra. Las nubes están compuestas de agua en suspensión. Este fenómeno es común durante el otoño en algunas regiones bajas.

Si se quisiera rastrear en los contenidos simbólicos que las antiguas culturas, a través de leyendas, mitologías e historias religiosas, fueron decantando a propósito de esos fenómenos, otra hubiera sido la significación acordada a los sucesos vividos y se habrían enriquecido las premoniciones elaboradas. De ese modo, la niebla habría sido interpretada como lo indeterminado, lo incierto que precede a otra etapa de la vida, pero que -mientras dura- no permite ver lo que sigue, aunque esté próximo. El humo, vinculado con el fuego y el aire en relación con la antigua teoría de los cuatro elementos, simbolizaría la fugacidad de las cosas y representaría, a la vez, la vanidad y la altanería, significado que se ha trasladado a una frase corriente: "se le subieron los humos". También se emplea ese término para expresar un rapto de agresividad: "se le fue al humo". Las cenizas, por fin, simbolizan la disolución de los cuerpos y, religiosamente, han marcado el tiempo de la purificación, la penitencia, el ayuno y la preparación cuaresmal.

Niebla, humo y cenizas se han sucedido ante la captación inquieta de los argentinos. Si se dejan transitoriamente a un lado los conceptos que objetivamente describen en qué consisten dichos fenómenos, encontramos que subyacen otros significados.

De su conjunción brota algo así como la gran metáfora que nos han proporcionado los días vividos: un tiempo oscuro, indeterminado, en el que emerge la soberbia, todo lo cual anticiparía la necesidad de una penitencia depuradora"

¿Qué entenderán estos tipos por penitencia depuradora? Lo que es seguro es que no suena muy democrático que digamos. Eso sí, son imperdibles los comentarios que dejaron los foristas del diario:

"Interesante simbolismo. Es bueno leer lo simbolico para enriquecer lo real. Sobre todo para un pueblo tan sobrealimentado de realidad como el nuestro. Seria bueno tambien arrancar un poco antes buscando el significado de la nieve... Podria ser asi: la fria nieve (y los pinguinos con ella) llega desde el sur a lugares donde nunca antes habia llegado. Las consecuencias de este fenomeno por tanto, son impredecibles"

"Una de las mejores editoriales que he leido... Si los K fuesen un poco supersiticiosos podrian leer en los signos de la naturaleza los presagios para su destino. Otros quisieran ver un pueblo de pie, con alguna esperanza. Creo que la rebelion del Agro es para muchos esa esperanza"

¿Alguien se anima a agregar algo?

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